Vuelta la burra al trigo. De nuevo, los
medios han incurrido en la bobada de contarnos quién ha sido el ganador del
debate. ¿Qué debate va a ser? Al parecer, el ganador ha sido Pedro, ¡por unas
décimas!, como si fuese una carrera de cien metros lisos (lo que me extraña es
que no hayan puesto las centésimas, los muy listillos). Y se quedan los tíos
tan oreados. Como si de eso se tratase: de saber quién gana a quién y no de
analizar la situación y proponer mejoras. ¿O no es ésa, acaso, la finalidad del
debate? No me vayan a decir que el debate tiene otro cometido. Pues bien: en
lugar de preguntar al personal quién ha sido el que más y mejores ideas ha
aportado, van y preguntan: “para usted, quién ha estado mejor”.
Yo es que ya no sé qué hacer para evitar
semejante bobada.
Imaginemos, ‘en ese orden de cosas’, horror,
ya me contaminé, que uno de los contendientes hubiera sido el sobrino de Julio
Iglesias, sí, hombre, sí, el joven de la coleta, o sea. Imaginemos, asimismo,
que, con la vehemencia dialéctica que le caracteriza, apretando la mandíbula
como suele, hubiera desgranado desde la tribuna las ruinosas recetas griegas, al
tiempo que echaba vinagre en las heridas de los viejos partidos anegados en
corrupción, sin excepción. Imaginemos también (eso ya es mucho imaginar) que la
formación política del joven Iglesias hubiera lucido limpia como la patena, en
lugar de dejar a la vista la multitud de flancos débiles que tiene: su relación
con las sangrientas dictaduras de Irán y Venezuela, la beca de Errejón, las
trampas fiscales de Monetario, perdón, de Monedero, la vista gorda con la eta,
etc. Pues bien, en verdad, en verdad, les digo que el ganador hubiera sido…
¡¡¡Pablo!!! (léase al modo de Penélope Cruz, cuando gritó el Oscar de
Almodóvar). De lo que ya no estoy yo tan seguro es de que el estado de España hubiera
salido ganador al mismo tiempo.
Si Felipe González no se hubiera aburrido de
ganar elecciones y de ser presidente, estoy absolutamente seguro de que el
debate del otro día lo habría vuelto a ganar él. “¡Y van cien!”, hubieran dicho
los medios. ¿Que Aznar le ganó alguna vez? Anda ya. Porque Felipe estaba
cansado, aburrido, hastiado, ya digo. ¡Me va usted a comparar la brillantez
dialéctica del uno con los gallitos vocales del otro! ¿Quiere eso decir que fue
mejor gobernante Felipe que José Mari? Pues mire usted: según se mire. El uno
lo fue en unos aspectos y el otro lo fue en otros. Pero de ahí a inventarse la
figura del ganador de un debate sobre la situación general de España y elevarla
a la categoría de titular, me parece una memez como la copa de un pino. Pues
anda, que no está plagada la historia del parlamentarismo republicano de
señores que hablaban como los ángeles y fueron, sin embargo, unos mediocres
gobernantes, por no decir nefastos. Sin ir más lejos, Azaña. Azaña fue un gran
orador, y un buen escritor (igualito que Ortega); pero ¿fue acaso buen
gobernante? Me da a mí en la nariz que no.
Nunca nadie en el mundo habló tanto y con tanta
brillantez como Fidel Castro. Miren cómo está Cuba.