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Mostrando entradas de mayo, 2015

Lo siento, señor Vara

     Vaya faenita que le acaban de hacer las urnas a don Guillermo Fern á ndez Vara. ¿ Faenita? ¡ Pero si va a volver a la presidencia del Gobex, perd ó n de la Junta! Precisamente por eso. Me lo imagino m á s contento que unas casta ñ ulas, preparando la retirada a sus cuarteles m é dico-forenses de los que procede, ilusionado asimismo con devolverle a su familia el tiempo que le ha hurtado en los ú ltimos a ñ os, y resulta que va y gana las elecciones: a qui é n se le ocurre. Con lo bien que le hubiera venido el triunfo al se ñ or Monago. De haberlas perdido, creo que en lo personal no le hubiese supuesto ning ú n disgusto, tal que les sucede a otros muchos que fuera de la pol í tica no tienen donde caerse muertos (con el pecado llevan la penitencia).     Lo cual que lo siento, don Guillermo. Lo siento por usted, pero me alegro por Extremadura. ¿ Porque ha ganado el PSOE? No, no: no es por eso: hace cuatro a ñ os me alegr é del triunfo del PP....

Savater y los brokers

     Lo ha dicho con las palabras justas, concretas, exactas: "La aflicci ó n es m á s fuerte que la raz ó n". Muerte de su esposa, dos meses ha. Pod í a haber dicho dolor, pena, tristeza, desolaci ó n; pero no: ha usado la palabra precisa y la m á s bella de todas, aflicci ó n, que ya lo dijo el poeta, Jos é Hiierro: no existen los sin ó nimos. Es lo que tiene ser una persona de grande talento, 'conditio sine qua non' para ser un intelectual de los de verdad, "una mezcla de agitador intelectual, profeta y director espiritual", ¿ entiendes, Pablo? ¿ No me digas que no hay diferencia entre 'tu' Monedero y don Fernando? Pero tambi é n dijo m á s cosas; é sta, entre otras: "Mi hijo se ha dedicado a las cosas que importan. No es 'broker' de bolsa, vamos". Y aqu í es donde tengo yo un obstensible subid ó n. No es para menos: que te venga a dar la raz ó n un personaje de tama ñ a categor í a personal y cultural. Voy a ello.   ...

Por qué no voy a los mítines

   De chico, me sabía las matrículas de todos los coches de mi pueblo. Sí, ya sé que mi pueblo no es Nueva York, ni tan siquiera Chicago. Hasta ahí llego. Pero le tiene que faltar el canto de un euro si no me sabía de memoria las matrículas de lo menos cincuenta coches: los que había. Y no crean ustedes que me dedicaba a aprendérmelas, no. Se me quedaban sólo de verlas. Debe de ser cosa de la sensibilidad, tal que recoge mi tío Ramón, Ramón Gómez de la Serna (nosotros somos Gómez de la Villa), en la biografía del inmenso Pablo Neruda, “el gran poeta malo”, que así le llamase Juan Ramón Jiménez, la víbora más venenosa y genial que ha parido madre: “No me corresponde lo que no llega profundamente a mi sensibilidad”. Algo de eso tiene que haber. Durante tres años, noche tras noche, estuve a dos pasos del interno que ayudaba a decir misa, iglesia de la Preciosa Sangre, qué frío pasábamos, y no se me quedó nada, lo que se dice nada. De modo y manera que, llegado el momento, hub...

Los cuentos de Martín Tamayo

      Por nada del mundo se me ocurriría decir de Tomás Martín Tamayo, en la presentación, un suponer, de su nueva entrega de “Los cuentos del día a día”, lo que Cela dijera en semejante ocasión sobre Dionisio Ridruejo, en librería madrileña que lleva el nombre del instituto de mis amores, qué casualidad, “El Brocense”. “Este mozo desmedrado que aquí veis no ha hecho otra cosa en la vida que equivocarse”. Imagino la cara que pondría el poeta falangista.    Jamás se me ocurriría, ya digo, por varias razones. Primero, porque uno no es Cela, qué más quisiera. Segundo, porque ni Tomás fue nunca mozo desmedrado, ni tampoco es Dionisio Ridruejo, aunque seguro estoy de que “Los cuadernos de Rusia”, habrían tenido, escritos por Tamayo, mucha más vida, más garra, más enjundia, más pasión: no conozco la faceta poética de Tomás, si es que la tiene, pero sí soy capaz de imaginar su beligerante prosa enterrando en la nieve a un amigo, día sí, día también. Y tercero y...

El profesor Monedero

     El profesor Monedero se ha ido, nadie sabe por qué ha sido.     Eso es lo que hubiera dicho, de haberse dedicado al columnismo, don Antonio Machado, que hasta Neruda se refiere a él como don Antonio. ¿Sería por su condición de catedrático? No creo. A otro gran poeta, Gerardo Diego (“La novia de manos ojivales da de comer a las estrellas”), que también fuese catedrático, le llama Gerardo, o Diego, simplemente. Bueno, a lo que íbamos. Ya tenemos tres profesores en bandeja: uno de universidad y dos de instituto. Por cinco euros: díganme cuál es el universitario. En efecto, ¡Juan Carlos Monedero! Ahí tiene usted sus cinco euros. Pues sí, don Antonio Machado y Gerardo Diego, excelsos poetas, fueron catedráticos de instituto, que al menos el nombramiento del primero lo he visto yo en una vitrina en Baeza. ¿A ustedes no les parece raro que el señor Monedero sea profesor de universidad y los otros dos de instituto? Oiga usted, es que antes un cated...