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Mostrando entradas de agosto, 2015

Acepto ser ministro

   Qué suerte tengo. En la misma semana, la presente, han salido a escena dos personajes en los que, tiempo ha, tenía yo pensado sustentar esta columna: Montoro y Del Bosque. El ministro, con sus aguerridos presupuestos; el otro, con su controvertida lista de seleccionados. Así que me he dicho: ésta es la mía.   Es el caso que, desde tiempos inmemoriales, vengo pensando que sus respectivos oficios son los únicos que uno aceptaría con los ojos cerrados, y con la íntima convicción de que haría una decente labor, aun sin tener ni idea del particular. ¿No aceptó acaso el Che Guevara, licenciado en medicina, como yo, el nombramiento de presidente del Banco Nacional de Cuba, así como el de ministro de Industria? Por otra parte, ¿ustedes creen que yo sé menos de finanzas que Leire Pajín y Ana Mato de sanidad? En cuanto al fútbol, sólo viendo hacer el paseíllo a un futbolista, sé si es un leñador, con perdón, o tiene un dedo de frente, al menos (Guti, el jugador más talent...

El veraneo de las alcaldesas

    Quién me iba a decir a mí que a la misma hora que leía yo en el periódico que la alcaldesa de París, Anne Hidalgó (pronunciado a la francesa), nacida Ana María Hidalgo se encontraba veraneando en las playas de su Cádiz natal, a unos metros de mí, playas de Zahara de los Atunes, tomaba el sol otra alcaldesa, la de Madrid, o sea, doña ‘Carmina’. No se me solivianten, que yo he pagado por una semana menos de la mitad que la madrileña: lo suyo, compartido con siete; lo mío, cuatro nietos y seis más. El caso es que los medios se han hecho eco del contraste vacacional entre ambas señoras: de neverita playera y bikini barato la socialista (venía el precio) y de caro chalet la comunista. Pero no era por ahí por donde yo quería tirar: a mí no me parecería mal que la alcaldesa de la capital de España haya pagado 4.000 euros por una semana, siempre que la señora no fuese por ahí envuelta en la mugrosa bandera de la demagogia. Ay, cómo me repugna esa figura: la demagogia popu...

Me pido la Antártida

“Ustedes ya me conocen. La buena cocina es muy sencilla: buenas viandas y el punto justo para que las cosas sepan como tienen que saber”. ¡No, no era eso! Es que, invadidos hasta en la sopa, nunca mejor dicho, de programas sobre cocina, qué exageración, me he dejado llevar por la inercia de la memoria, y me ha salido Cándido, el celebrado mesonero segoviano que salía en la tele haciendo añicos un plato, luego de haberlo usado para romper las costillas a un tierno cochinillo, previamente horneado, claro. Lo que quería decirles es que, efectivamente, ustedes ya me conocen, y saben por tanto del gran cariño que profeso a los agoreros del cambio climático, pero lo que me está pasando últimamente no es como normal: doy una patada y encuentro petróleo. Perdonen la boutade, pero así es: raro es el día que no me topo con algún sabio dispuesto a echarme una mano. El de hoy, sin ir   más lejos. ¿Que quién es el de hoy? Déjenlo todo y síganme.    Antes de nada quiero decirles...

El paraíso en llamas

  Tenía yo pergeñada una cosa festiva, pero visto lo sucedido en la Sierra de Gata, ni yo estoy para bromas, ni ustedes entenderían que lo estuviera. Ah, y menos mal que la catástrofe me coge ya con anticuerpos contra ciertas emociones, que si no, ahora mismo estaría llorando de pena. Son más de una docena los escritos que he dedicado al particular, desde los albores de mi aparición en estas páginas, dictados siempre por el dolor, y con indignación las más de las veces. Indignación ante la posibilidad de que el fuego hubiera sido provocado por una mano criminal, tal el caso de hoy. Es tal el malestar que antaño me producía cualquier incendio forestal, que no tuve más remedio que buscar solución a sufrimiento tan estéril: yo no podía hacer nada para evitarlos. Y fue el caso que me vinieron como anillo al dedo unas declaraciones escuchadas al consejero del ramo de la Comunidad Valenciana, asolada en aquel entonces por una ola de llamas: “Los incendios son parte de la ecología de ...

De música y futbolistas

   Cito mucho a Joaquín Sabina porque, aparte de haber creado medio centenar de canciones que ya forman parte, y para siempre, del acervo cultural del anchuroso mundo hispano, desde rio Grande a la Tierra de Fuego, además de España, claro, es un tío muy listo, listísimo y con una gran cultura literaria, no en vano es licenciado en letras. Por razones parecidas, cito mucho a Umbral y a Neruda y a García Márquez, y a Borges, y a Muñoz Molina, y a Albert Einstein,... Digo esto porque hay gentes que por el hecho de que el cantante tuviese una época en la que se metía de todo (a los escritores alcohólicos, que son legión, no les riñen ni nada), le niegan por principio el pan y la sal. Ah, y también porque siempre anda jugueteando con la izquierda más izquierda; vamos, como si Alberti dejase de ser un poeta asombroso por su adscripción comunista. Pues se van a tener que comer su pan y su sal, porque cuando Sabina se muera, será elevado a lo más alto de los altares laicos. El que...