Quién me iba a decir a mí que a la misma
hora que leía yo en el periódico que la alcaldesa de París, Anne Hidalgó
(pronunciado a la francesa), nacida Ana María Hidalgo se encontraba veraneando
en las playas de su Cádiz natal, a unos metros de mí, playas de Zahara de los
Atunes, tomaba el sol otra alcaldesa, la de Madrid, o sea, doña ‘Carmina’. No
se me solivianten, que yo he pagado por una semana menos de la mitad que la
madrileña: lo suyo, compartido con siete; lo mío, cuatro nietos y seis más. El
caso es que los medios se han hecho eco del contraste vacacional entre ambas
señoras: de neverita playera y bikini barato la socialista (venía el precio) y
de caro chalet la comunista. Pero no era por ahí por donde yo quería tirar: a mí
no me parecería mal que la alcaldesa de la capital de España haya pagado 4.000 euros
por una semana, siempre que la señora no fuese por ahí envuelta en la mugrosa
bandera de la demagogia. Ay, cómo me repugna esa figura: la demagogia populista
en general, y en los políticos en particular; bueno, en los políticos es que me
produce arcadas, casi tantas como los sinvergüenzas que se arropan con las
grímpolas y gallardetes del nacionalismo. Yo quería ir por otro sitio, ya digo.
Resulta que mientras leía lo de Ana Mari (así
se llamaba cuando niña), se me ocurrió una cosa que, por cierto, no he visto
resaltada por los millones de sabios que se dedican a la opinión en los medios.
¿Se imaginan ustedes a una alcaldesa de Madrid que hubiera nacido en Cannes, de
familia francesa de toda la vida, y que hubiera sido bautizada como Anne Marie
Dupont, un suponer? Cuesta trabajo hacerse a la idea, ¿verdad? Se lo voy a
poner un poquito más difícil. Imagínense que el actual presidente del gobierno
de España hubiera nacido en Lyon y que se llamase François Lamartine, un
suponer. ¿Qué raro, verdad? ¿A que suena a invasión napoleónica? Justamente,
pero al revés, es lo que está pasando ahora mismo en Francia: en París, nada
menos, tienen una alcaldesa nacida en Cádiz (San Fernando), y al frente del
gobierno de la república hay un señor nacido en Barcelona, Manuel Valls.
Ya lo único que nos falta es un presidente de
la France nacido en Extremadura, por qué no, y bautizado Nicolás Pacheco, por
ejemplo. ¿Que eso ya sería demasiado? De eso, ni parler, que muy cerca le
anduvo con el anterior, y aspirante de nuevo, mandatario del Eliseo, Nicolas
Sarkozy: sí hombre, sí, el marido de Carla Bruni, francés de nacimiento, pero
de padre nacido en Hungría, y cuya ascendencia sólo he visto despreciada por
uno de los tíos más viperinos que haya parido madre, el inteligentísimo y
relamido y redicho, Antonio Gala, que una vez hizo suyo el sentir de la facción
más casposa de la aristocracia francesa, que para denigrar, ridiculizar,
extranjerizar a su presidente le llamaban Sarkózy, con acento en la o.
En fin, que a mí me no me disgustaría nada, lo
que se dice nada, que en España tuviésemos algún que otro político nacido en
Francia. Hasta ahora, a lo máximo que hemos llegado es a reinas nacidas en el
extranjero.