Qué suerte tengo. En la misma semana, la
presente, han salido a escena dos personajes en los que, tiempo ha, tenía yo
pensado sustentar esta columna: Montoro y Del Bosque. El ministro, con sus aguerridos
presupuestos; el otro, con su controvertida lista de seleccionados. Así que me
he dicho: ésta es la mía.
Es el caso que, desde tiempos inmemoriales, vengo
pensando que sus respectivos oficios son los únicos que uno aceptaría con los
ojos cerrados, y con la íntima convicción de que haría una decente labor, aun
sin tener ni idea del particular. ¿No aceptó acaso el Che Guevara, licenciado en
medicina, como yo, el nombramiento de presidente del Banco Nacional de Cuba,
así como el de ministro de Industria? Por otra parte, ¿ustedes creen que yo sé
menos de finanzas que Leire Pajín y Ana Mato de sanidad? En cuanto al fútbol,
sólo viendo hacer el paseíllo a un futbolista, sé si es un leñador, con perdón,
o tiene un dedo de frente, al menos (Guti, el jugador más talentoso que pisase jamás
un terreno de juego, tenía tres); pero en lo que a tácticas se refiere, sé lo
mismo que Miguel Durán, y eso que algunos iluminados han querido inventar el fútbol
para invidentes: poniéndole un cascabel al gato, perdón, al balón. En fin, que
por no saber, no sé lo que es ganarle la espalda al contrario, ¿y usted? Sin
embargo, estoy seguro, ya digo, de que, aun con mi supina ignorancia, lo haría
tan bien como cualquiera de los posibles seleccionadores.
¿Que cómo sería eso posible? Muy sencillo. Haría
como Clemente: me encerraría cada noche con media docena de transistores
hablando al unísono (eso hacía el de Baracaldo en su época más demenciada,
según su hermano), bien del dinero, bien del fútbol, dependiendo del cargo. Yo
me limitaría a escuchar las directrices a seguir, tranquilamente. Nada de
llamar cabreado a la emisora con la que no estuviera de acuerdo, para
pelearme con el experto de turno, tal que hacía el ¿bueno? de Javier. Al no
tener yo ni idea del asunto, malamente podría estar en desacuerdo con nadie, y menos
con un sabio, que es lo que suelen ser todos los comentaristas. ¡Si es que lo
saben todo de todo: desde los más ocultos pensamientos del FMI, hasta la
posición en el campo que le conviene a cada jugador! De entre ellas, ya digo, tomaría
las ideas que más me gustasen. Para explicar mi gestión, siempre tendría detrás
los razonamientos de un brillante catedrático o un erudito del balón. Total, acertase
o no, las críticas nunca me iban a faltar.
Lo cierto es que, por extensión, me da mucha
pena, mucha, de los cientos de profesionales (ingenieros, médicos, pescadores,
arquitectos, abogados, ganaderos, profesores,…) que no tienen la suerte de
tener detrás, ay, semejante elenco de expertos ¿Para cuándo media docena de
tertulias diarias de catedráticos de arquitectura, medicina, ganadería,
agricultura…?
¿Es
que no va usted a decir nada sobre el/la terrible drama/tragedia de los que
huyen de la guerra? La próxima semana. Mientras, lo dejo en manos de los
valientes muchachos del “No a la eta”, perdón, “No a la guerra”, a ver si se
les ocurre algo: ellos, tan sensibles que son ante los problemas sociales. Ah,
y en los del 15-M.