Cuando me enteré de la paliza a los guardias civiles en Navarra, lo primero que se me vino a la cabeza fue un atentado acaecido durante los sanfermines, posiblemente porque fui ‘testigo’ tangencial de sus trágicas consecuencias: Uno por cada lado, los pistoleros introdujeron sendos brazos en el coche y dispararon a bocajarro. En el radiocasete, ajeno a la tragedia, José Luis Perales siguió a lo suyo. Dos días después, fui requerido como médico de urgencias para atender a la jovencísima y palidísima viuda de uno de los guardias civiles acribillado, la cual no dejaba de apretar contra su pecho a su marido muerto en la portada de un diario: “Si no dejas de llorar, te quitamos el periódico”, le dijo alguien. Pobrecita niña. “Los terroristas llevaban al cuello el pañuelo de los sanfermines”, dijeron en la radio. Y aquello, lo de los pañuelos, fue la causa de que, el año pasado, de visita en Pamplona, al pasar por la delegación de Hacienda de dicha ciuda...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa