La verdad, no crean que estoy muy contento, perdón, muy feliz (por culpa de folclóricas
analfabetas y futbolistas ágrafos, la última vez que escuché "estoy contento", fue en italiano, "sono
contento": un ciclista), les decía que estoy contento a medias por la concesión del Óscar de Literatura, o el Nobel, es que me hago un lío, a Bob Dylan. Melómano congénito que es uno, sí, Dylan me cautivó desde el primer instante. Jamás se me olvidará aquel frío y recién afeitado/ cortado atardecer dominical de invierno adolescente en que, luego de llevar algún tiempo tras su armónica, escuché por primera vez en la radio de mis amores, su canción "Lay Lady Lay". No entendí nada, claro (por desgracia, no aprendí latín, perdón, inglés: el latín de nuestro tiempo, según Lázaro Carreter), pero eso no fue impedimento para que la melodía me produjera una extraordinaria impresión, la misma que, medio siglo después, vuelve a producirme cada vez que me la echo a la cara. Y miren qué casualidad: hablando que estaban el otro día en la radio de la calidad literaria de sus canciones, razón única de su literario Nobel, uno de los intervinientes pronuncia las tres palabras míticas, "Lay Lady Lay", como paradigma de tal. Toma ya: uno de sus mejores escritos, y yo sin enterarme de la copla, bueno, de la copla sí. Total, que a mí me encanta Dylan por su música (fui a verlo las dos veces que vino a Mérida) y resulta que le dan el Nobel por sus letras, que no entiendo.
Ahí te quería yo ver.
Aunque Joaquín Sabina esté feliz (me mataría antes de escribir eso) por lo de su admirado
Dylan, yo estoy más con el sabio, Luis Alberto de Cuenca (¡premio Nacional de Poesía, le ha compuesto alguna letra a Loquillo!), que ha dicho que el Nobel 'dylaniano' le parece un verdadero disparate: que una cosa son las letras hechas para las canciones y otra muy distinta escribir un poema. ¡Justo lo mismo que le dice Sabina, "En carne viva", a su biógrafo!, al que se le nota mucho que no le gusta nada, lo que se dice nada, la música: "Yo no escribo poemas, escribo letras de canciones, que no es lo mismo". Por eso no me cuadra su contento.
Y aquí viene lo bueno, o sea, la recogida de mi cosecha, a saber: yo jamás he pedido para
Sabina el "Asturias" de las Letras, sino el de las Artes, muchas veces, galardón para el que le sobran méritos; el mismo que ya les fuera concedido a Leonard Cohen, hombre alegre donde los haya, y al hoy controvertido Dylan. Pero hay una gran diferencia a favor de Sabina: que, además de cantar en español, se atreve a atacar con arte y sabiduría todos los estilos musicales, desde Río Grande hasta la Tierra del Fuego, pasando por los del suelo patrio, claro. Dudo yo mucho que Dylan fuera capaz de escribirle una canción a Jesús Quintero, "Los ratones coloraos", con tanta gracia, con tanto ingenio y con tanto salero.
En fin, que la controversia (polémica para los del deporte) le va a venir de perlas al místico y displicente y genial Dylan: así tendrá un motivo para no presentarse a recoger el premio, tal que hiciera con el "Asturias".
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