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El espíritu de Vara


                                     EL ESPÍRITU DE VARA

                                   Agapito Gómez Villa

   Dice Manuel Vicent que si Dios hablara, los teólogos se quedarían sin trabajo. (Por entonces, él no sabía que Heidegger, oiga, Heidegger, ya le había dicho a Jesús Aguirre que los teólogos no se callan ni debajo del agua: “Si los teólogos supieran de cierto que Dios no existe, seguirían haciendo teología”.) Alguien dirá que el filósofo no tiene razón, que el dios socialista ya ha hablado y no vean la que se ha liado. Se refieren a Felipe González, claro. Pero Felipe no es dios, ay: “Yo no soy dios -ha dicho en Chile-, aunque algunos lo piensen” (se habrá acordado de cuando Chiqui Benegas le llamase dios en aquella conversación que le grabaron en la motorola). En efecto, en estos momentos, no hay teólogo de la política española que se precie, y son ingente legión (vean cualquier periódico, conecten la radio, enciendan la tele) que no esté dedicado, día y noche, en cuerpo y alma, a discutir/debatir sobre la guerra anunciada en el PSOE. Sin embargo, diga lo que diga don Martin (Heidegger), yo estoy convencido de que, si el dios del PSOE hablase, las discusiones teológicas amainasen. ¿Que quién es el dios del PSOE? Resignada la deidad por Felipe, el único dios se llama Alfonso Guerra. ¿Por qué no habla Alfonso Guerra?, se preguntan muchos. Muy sencillo: porque los dioses verdaderos no hablan. ¿O sí? Total, que nos vamos a quedar con las ganas de saber si Alfonso está o no a favor del sector crítico, uno de cuyos más conspicuos integrantes es don Guillermo, al que desde siempre se le notó que don Pedro no era santo de su devoción. Le entiendo, señor Vara, que ya lo dice “El Cantar del Mío Cid”: “qué buen vasallo, si ‘oviese’ buen señor”, y Sánchez es como ciertos señores (de su partido), cuya firma figura en alguno de mis nombramientos laborales, que me da la sensación de que nunca tuvieron validez, tal era la catadura del firmante.

   Y aquí viene lo grave.

   Nunca, jamás, me hubiera podido imaginar una expresión tan atroz, tan garrafal, tan estrepitosa, en boca de don Guillermo, persona educada en buenos colegios, supongo. Como sendas bofetada en los oídos me sentó. Es más, no creo que pueda perdonárselo nunca, salvo que, postrado de hinojos, me pida perdón públicamente, pues que pública fue la afrenta. Le dice el otro día un locutor: “Ibarra ha dicho que se iría del PSOE si Pedro Sánchez pactara con los independentistas. ¿Usted qué haría?”. “Seguramente me iría detrás suya” (sic). Mire usted, don Guillermo, sabemos desde Valéry que la sintaxis es una facultad del alma, o sea, del espíritu, y sabemos, asimismo, que usted le dijo al locutor que Ibarra es su padre espiritual. Teniendo en cuenta que don Juan Carlos es filólogo, uno de los dos ha fallado estrepitosamente. ¡¡¡Detrás suya!!! Pa matarlo.

  (Mientras tanto, por ahí fuera, unos tíos locos, en lugar de estar pendientes de la guerra de Ferraz, van y se dedican a seguir la apoptosis, muerte programada, de una lavadora llamada Rosetta, so capa de estudiar el origen del sistema solar y, ya puestos, averiguar si la vida, esa tontería, o las moléculas primigenias que la iniciaron, pudieran haber llegado a la Tierra desde alguno de esos pedruscos pedregosos. Vergüenza les podría dar.)

 

 

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