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La unánime alegría en el WOMAD

 La otra noche, me di una vuelta por el WOMAD, el exótico festival de músicas y danzas del mundo que inventase Peter Gabriel, allá por los felices 80 (todas las décadas lejanas fueron felices) y que tiene a Cáceres como una de sus sedes: una de las escasas sedes en el orbe todo, que se dice pronto (la aclaración es para los no iniciados). Ni que decir tiene que no cabía un alma más en la inmensa plaza mayor y aledaños, mayormente la impar ciudad monumental, toda de gente joven, claro, de todos los pelajes, por supuesto. A propósito del pelaje: me cuenta un muchacho de mi pueblo que, parado que fuera en un control de la guardia civil, inmediaciones de la ciudad, los agentes no se creían que su destino fuese el WOMAD: en la furgoneta (la que usa para trabajar) no llevaba ni perro, ni timbales; y él no lucía ni tatuajes, ni rastas, ni piercing alguno. Nos registraron de pies a cabeza, a la furgona y a mí, me contó. Lo cual que, a pesar de que mi presencia en el lugar resultaba llamativa (si yo no era el más viejo, el canto de un duro le faltaría), me introduje en tan variopinta vorágine, pues que me gusta verlo todo, conocerlo todo, que "todo es vida", tal que decía un buen profesor de bachillerato; o como dijera el clásico, Terencio se llamaba: "Nada humano me es ajeno". En fin, que, como buenamente pude, sorteando `grupetos`, que diría uno del ciclismo, me fui adentrando -¡excuse me, excuse me!- en el atronante "corazón de las tinieblas", no las de Conrad precisamente. Total, que no llevaría ni diez minutos inmerso en el lugar y ya había escuchado el nombre de Franco al menos una treintena de veces. Eso sí, siempre en un ambiente festivo. Qué cosa tan rara; si estos muchachos no habían nacido cuando Franco se murió, pensé paras mis adentros. En esto que, recomido por la curiosidad, ni corto ni perezoso, me detuve ante uno de los círculos juveniles, centrado como todos por un alijo de botellas, y se lo espeté al primero que se me puso a tiro: ¿Por qué lo de Franco? Y, como una sola mujer, se lanzaron todos a responderme. Al final, una de ellas se erigió en portavoz y me dio la explicación: Porque el Parlamento, o sea, los representantes de la gente, ha decidido que se saquen sus huesos del Valle de los Caídos. Estamos persuadidos de que con la inhumación, perdón, la exhumación, de los restos de Franco, el paro en general y el juvenil en particular, comenzará a tener solución inmediata, Consideramos que la presencia en dicho lugar de huesos tan intrínsecamente franquistas, porque no me negará que los huesos de Franco no son franquistas, ha sido una verdadera rémora para el empleo de la juventud, culpable por consiguiente de que tantísimos de nosotros estemos cruzados de brazos y que tantos amigos se hayan visto obligados a buscarse la vida allende nuestras fronteras, y cuando digo allende, no crea que me refiero a Salvador Allende, sino a lo que está más allá de España, al extranjero mayormente. ¿Entiende usted ahora por qué nuestro contento con lo de Franco? ¡Ángela María, ahora me explico tan unánime alegría!

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