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FLORENTINO ME LLAMA DE NUEVO

FLORENTINO ME LLAMA DE NUEVO

           Agapito Gómez Villa


    Que hay un periodismo de verano y otro de invierno, ustedes me entienden, es algo que saben hasta los que vienen en las pateras, o sea, los negros de toda la vida (mi más rendido homenaje a Aretha Franklin, impresionante, maravillosa voz). Dicho de otra manera: la realidad es según los medios, aquí y en el país de Jesús Gil de Melania, en guerra permanente con ellos. La radio sin ir más lejos: salvo los puentes que se derrumban, todo es de color de rosas. A propósito: imagino que los periodistas-comentaristas de Madrid se habrán enterado de que la sede al Partido Popular no se encuentra en Génova, so esnobistas-ombliguistas; la sede del del PP está en Madrid, en la calle Génova. Al grano.
   Si hoy fuera invierno, esta columna se la hubiera dedicado íntegramente a las víctimas de las Ramblas y aledaños. No obstante, y a modo de resumen, si ignominioso fue el comportamiento del nacionalismo vasco (clero incluido, manda testes) con los viles asesinatos de la eta, no lo es menos el del nacionalismo catalán respecto de los muertos por el yihadismo, al preterir a las víctimas en aras del 'proces'. 'Pa' matarlos. Mas como estamos en la cumbre del verano, yo no puedo dejar de contribuir a la festiva alegría que se respira en el inconsciente colectivo patrio, perdón, estatal.
   La primera vez que me llamó Florentino fue para rogarme que me hiciera cargo del equipo: cuando echaron a Rafa Benítez. La cosa no cuajó porque no aceptó la condición que le puse: que me exonerase de las 'subnormales' ruedas de prensa. Hay mucho dinero en juego con la publicidad, me dijo. Pues bien, no ha muchos días (antes de perder la Supercopa) volvió a llamarme, mohíno, esta vez para pedirme consejo. Agapito, no sé qué hacer con estos tíos. Firmamos un contrato multimillonario por varios años y a los cuatro días aquello es papel mojado: que si quiero cobrar tanto como Fulanito; que si el Inter me da mucho más. Te recuerdo que tienes contrato en vigor, les digo. Sí, pero a disgusto no voy a rendir, así que usted verá.
   Entonces me acordé de lo que le contestó un paisano a uno de la UCD, ya ha llovido, que iba pidiendo firmas para algo, creo que fue en Montehermoso, el pueblo de Eugenio Fuentes, el gran escritor-ensayista (léase "La hoguera de los inocentes"). ¿Me hace el favor de firmarme aquí? Ahora mismo: una firma no se le niega a nadie; otra cosa es la palabra. Así que déjate de papeles: un contrato verbal, como se hacía antes. Como hizo mi padre cuando le compró el burro a Petate, un gitano que andaba por mi pueblo (me lo encontraría en Cáceres, siglos después, vendiendo cupones). Una tarde entera anduvieron subiendo y bajando reales, hasta que al final, el burro ya medio mareado, ni pa ti ni pa mí: seis mil. Y ante varios testigos (yo era un niño), acabaron dándose la mano. Tú, convoca a los medios para que den fe de la cosa, y verás cómo funciona. ¿Tú crees? No hay nada que duela más que decirle a un tío "tú no eres un hombre de palabra". Y más, si se le dice en público, que ya se encargarán los del deporte.
   
   

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