Bien sabía Rodríguez Ibarra lo que hacía, cuando
mandó a sus huestes que votasen a Zapatero y no a Bono como secretario general.
Seguro estoy de que le sucedió lo mismo que a mí: que quedó fascinado por la faceta
de escritor, brillantísimo, de ZP. Verbigracia: el deslumbrante prólogo que José
Luis dedicó a las “Ficciones” de su cuasi tocayo, Jorge Luis. Con una
diferencia a favor de RI: que por entonces, dicho prólogo no había sido escrito
aún. Lo cual añade a lo suyo un mérito suplementario: averiguar que estaba ante
un gran escritor que aún no había escrito un renglón.
Alguien pensará que me estoy haciendo “un
Borges”, es decir, que estoy hablando de un prólogo que no existe. De eso ni
‘parler’ (mando fotocopia del mismo al periódico). En efecto, yo también me
quedé ‘pasmao’ cuando me topé con tan extraordinaria pieza: “… en algún momento
llegué a pensar que cada página de Borges contiene toda su obra, como uno de
esos objetos fractales que repiten su estructura creando geometrías tan
hermosas como extrañas”. ¡Eso no lo ha escrito Zapatero!, dirá más de uno. Y yo
le digo: que me caiga p´atrás muerto si no es verdad.
Bueno, y qué tienen que ver Borges y
Zapatero con los goles. Aclarando, que es gerundio (los de Gerona son
gerundenses): primero, hablando del genial argentino, yo no podía dejar de
comentar lo de Zapatero; y segundo, porque, ahora sí que sí, me voy a hacer “un
Borges”: a la manera del supremo inventor de mundos literarios ‘paralelos’, voy
a glosar un libro que no se ha escrito, cuyo autor es Sergio Ramos, tranquilos,
tranquilos, bajo la supervisión de Jorge Valdano, claro: “Después del gol” es
su título. A Sergio, la cosa le ha llegado en buen momento, pues que, además de
concederle prestigio intelectual, está contribuyendo a mitigar un poquito la
fama que se ha creado de jugador violento, que dice el hombre que no lo hace
con mala intención, pero cada vez me recuerda más a aquel Goicoechea del Atleti,
que, so capa de jugador viril (así le llaman los periodistas del ramo) destrozó
un tobillo a Maradona-niño y pocos meses después dejó cojo para los restos al
‘imperial’ rubicundo, Bernd Schuster.
El libro. Como es bien conocido, nada más
marcar el gol, antes de abrazar a sus compañeros, el futbolista suele hacer un
gesto con las manos, algunos de los cuales son sencillos de reconocer: meterse
el pulgar en la boca a modo de chupete, mover los brazos como acunando un niño,
dibujar con ambas manos un embarazo avanzado o introducirse el balón bajo la
camiseta, diseñar un corazón, colocarse una mano en la oreja a guisa de
trompetilla, etcétera, etcétera, etcétera. Sin embargo, hay otra copiosa serie
de ademanes, cuya significación no se nos alcanza a los simples aficionados.
Pues de eso va el libro. En fin, que como no quiero ‘reventar’ su contenido, sólo
voy a decirles que me ha hecho mucha gracia la explicación de un determinado gesto
sobre cuyo sentido se venía preguntando todo el mundo. A pesar de lo sencillo,
nadie había caído en que se trata de los obligados prolegómenos que por fuerza
han de tener los embarazos y los chupetes: “Mirando para Pamplona” reza la
entradilla. Enhorabuena, Sergio.