Doscientos intelectuales y artistas firman un documento pidiendo la libertad del rapero Pablo Hasel, condenado a prisión por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la corona. Por la libertad de expresión, aducen.
Cientos de personas firman un manifiesto pidiendo la inmediata destitución de Pablo Iglesias, por cuestionar la “normalidad democrática de España”.
Vayamos, pues, con los Pablos. Bueno, con el primero. Del segundo, yo les agradecería que ni lo mentasen en mi presencia. ¿A tanto llega la cosa? Escuchen: “Si muriera esta noche, qué cuenta daría al Señor; qué sentencia me tocaría. ¿Sería de salvación, o de condenación?”, rezábamos en el internado del bachillerato. Pues bien, estoy seguro de que si opinase sobre el señor Iglesias, diría cosas tan cariñosas que, en caso de muerte repentina, mi sentencia sería de condenación súbita, y ustedes no saben los sufrimientos que eso conlleva: lo sé por Joyce (“Retrato del artista adolescente”), que al parecer estuvo en el averno, tal es la cantidad de detalles que aporta. Horroroso. Así que, por favor, del marido de doña Irene, ni palabra. Vayamos, pues, con el otro.
Que un señor injurie a la corona, más que un delito, me parece de mala educación. Otra cosa es criticar a la institución y a sus titulares. Ahora bien, lo de enaltecer el terrorismo, ¡amparado en la libertad de expresión!, ya es harina de otro costal. Terrorismo es sinónimo de asesinato, de sangre, de dolor, de huérfanos, de viudas,… y con esas cosas ni una broma, Pablo. ¿Eso quiere decir que estoy de acuerdo con que el rapero tenga que entrar en prisión? Pues mire usted, yo había dejado el asunto en manos de la justicia, quiero decir que ni me lo había planteado. Pero cuando he visto que entre los firmantes estaba Serrat, me han crujido las cuadernas. Explíquese. Ahora mismo. A lo largo de toda su vida pública, ya dilatada, Serrat ha demostrado ser una de las personas más sensatas, más coherentes, más inteligentes, más equilibradas que he conocido en mi vida. Incluso valiente: de joven, armado con una inofensiva metralleta de seis cuerdas, tuvo los santos bemoles de denunciar los desmanes de la dictadura de Pinochet. Y de viejo, o sea, hace cuatro días, se jugó el tipo ante los “camisas pardas” del independentismo de su tierra, catalán de pura cepa que es: “O canto en catalán, o no voy”. Y no fue a Eurovisión. Con un par. En resumen, que, como no lo veo claro, asumo lo firmado por Serrat.
No obstante lo cual, no me gustaría que Pablo (el rapero) se fuese de rositas. Señor juez, en lugar de la pena de prisión, le propongo el siguiente castigo: que escriba cien veces, a mano, claro: “En el sacrosanto nombre de la libertad de expresión, declaro solemnemente que no volveré a hacer el imbécil, el idiota, el memo, el majadero, el mamón, el mamarracho, el soplagaitas, el bobo, el etcétera, hablando del terrorismo”. ¿Qué le parece, Señoría?
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...