LA GRAMÁTICA Y EXTREMADURA
Agapito Gómez Villa
La que se ha montado con la dichosa carta: la que Antonio Sánchez -así le llamó el otro día el jefe del gobierno italiano-, le mandase al rey de Marruecos, reconociendo la ‘marroquinidad’ del Sáhara Occidental, otrora Sáhara Español, indignando con ello a tirios y troyanos, si bien las mentes más sensatas aducen que han fallado las formas, no el fondo, a saber: que Antonio, perdón, Pedro, lo que ha hecho es alinearse en el asunto nada menos que con EE. UU, Francia y Alemania. En fin, que aquí me tienen ustedes entre los indignados. ¿Que por qué, si yo soy un simple particular que no tiene ni barruntos de la política internacional? Porque la carta parece escrita por uno de aquellos dignísimos reclutas que aprendieran a escribir en la mili. Todo un insulto a la sintaxis, una de las cuatro partes de la gramática, según rezaba en la enciclopedia escolar.
Aquí quería yo llegar, a la gramática, más exactamente a la primera “Gramática castellana”, de la muerte de cuyo autor, Antonio de Nebrija, se cumplen ahora quinientos años, efeméride que está propiciando la celebración de múltiples actos conmemorativos en el orbe hispanohablante, en los que, según vengo comprobando, mucho me temo que va a pasar lo mismo que en el homenaje “nacional” que el mundo del cante le dedicase a Juanito Valderrama. ¿Que me estoy liando? De eso ni ´parler`.
“Conozco Extremadura mejor que mi casa”, dijera Valderrama, refiriéndose a los tiempos, duraderos, en que nuestra tierra fuera su único refugio profesional. Pues bien, a la hora de la verdad, si te he visto no me acuerdo. Ni una palabrita dedicó Juanito a la tierra que durante tantos años le diera de comer. Se conoce que al personal no le gusta que lo relacionen con la gente pobre, ya me entienden. Presiento, ya digo, que eso mismo va a pasar con “El gramático”.
Oiga, que ese señor ya está muerto. Ya lo sé: hace cinco siglos. Lo que quiero decir es que me da a mí que en el V centenario gramatical, no va a aparecer Extremadura ni por el forro. Y mira que sobran razones. Vean si no el siguiente párrafo de “Las Américas peninsulares: Viaje por Extremadura”, obra del gran humanista y estudioso del lenguaje, el profesor Ramón Carnicer:
“A la villa de Brozas se haya vinculado el filólogo andaluz, Elio Antonio de Nebrija, ( ) a quien el Brocense reconoce como su predecesor... Según Rodríguez Moñino, vivió largos años en Extremadura, acompañando al maestre de la Orden de Alcántara, don Juan de Zúñiga ( ). Dice, asimismo, que desde 1485 a 1503, permaneció -con alguna ausencia- como maestro en la academia científica fundada por Zúñiga en su palacio de Zalamea de la Serena, y afirma que en Extremadura se redactó, por lo tanto, la primera gramática en lengua vulgar, así como el primer diccionario latino-español…”. Casi nada.
Espero, al menos, que la Consejería de Cultura se dé por enterada del asunto.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...