Que Plasencia es una ciudad preciosa, es algo que salta a la vista: no se equivocó el que la bautizó como “la perla del Jerte”. Plasencia sería hoy una radiante capital de provincia, si Javier de Burgos, aquel señor que ‘dibujó’ el mapa de España, hubiera tenido la feliz idea de cear una provincia placentina. Bueno, a lo que vamos. Que el otro día, el Colegio de Médicos de Cáceres nos llevó a visitar “Las edades del hombre”, formidable exposición de arte religioso que, como saben, este año tiene su sede en ambas catedrales placentinas, que por algo Plasencia, cual Salamanca del sur, tiene también dos catedrales paredañas.
No es la primera vez que dicha exposición sale de su territorio de nacencia, Castilla-León, comunidad que atesora la mitad del inmenso patrimonio religioso patrio: Madrid (La Almudena), Amberes y Nueva York ya tuvieron el privilegio de ser sus anfitrionas. Por eso no me explico a cuento de qué el consejero de Cultura de la comunidad castellano-leonesa, señor Santonja, nos ha salido con que “difícilmente la exposición volverá a salir de la Comunidad”. Ante lo cual, lo primero que se me ocurre es recordarle al señor consejero la respuesta de Jesucristo, aquella vez que quisieron ponerlo en un aprieto: “A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Si no estoy equivocado, el patronato que rige la magna exposición está integrado sólo por obispos, muchos obispos, y que yo sepa el mentado consejero no es mitrado. A no ser que no me haya enterado, en cuyo caso, yo no tendría más que argüir. ¿Es usted obispo, don Gonzalo?
Señor consejero: yo sé que cuando a uno lo nombran para un cargo, le infunden al mismo tiempo la ciencia necesaria para el desempeño del mismo (de ahí lo de ciencia infusa), pero tal vez a sus mentores se les haya pasado por alto decirle que la Iglesia tiene su propia ‘geografía’, mucho más antigua que la de la administración civil, dónde va a parar. Pero es que, para el caso que nos ocupa, usted no necesitaba dicha ayuda. Usted sabe desde niño que su ciudad, Béjar, así como la constelación de pequeñas poblaciones circundantes, pertenecen de antiguo al obispado de Plasencia, lo cual no deja de ser una razón de mucho peso llevar la exposición a dicha ciudad.
Más sencillo. De haber nacido “Las Edades” en Castilla-La Mancha, ¿alguien se habría sorprendido de que la exposición hubiese pasado por el monasterio de Guadalupe? Habría sido una de las sedes más rutilantes, claro. ¿A pesar de no estar ubicado en la comunidad castellano-manchega? Sí, señor Santonja. Por la sencilla razón de que tan imponente monasterio, joya universal de la historia nacional, sigue perteneciendo a la diócesis de Toledo. (Agradecidos tendríamos que estar los extremeños a Javier de Burgos: por haberle ‘regalado’ a Extremadura tan soberbio monumento.)
Post scriptum: no entiendo que doña Irene Montero y sus adorables muchachas no hayan exigido aún “Las edades de la mujer”.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...