En la primera ecografía, ya se veía que la criatura carecía de circulación pulmonar (una de esas bromas que de vez en cuando te gasta la embriología). Confirmada la malformación, la cosa estaba clara: el niño, era un niño, tendría las horas contadas fuera del claustro materno. Ante lo cual, por consejo de los expertos, se decidió interrumpir el embarazo (la palabra aborto es un aborto). Pues bien, a pesar de que no había otro remedio, salvo esperar una muerte perinatal segura, el disgusto de los padres fue mayúsculo.
Recién empezado yo en el oficio, siendo médico de urgencias, fui requerido para atender a una joven muy joven que yacía semiinconsciente en el suelo a consecuencia de un embarazo mal interrumpido, no sé si me entienden. Le faltó el canto de un duro (entonces no había euros) para que el drama acabase en tragedia. Aquello me dejaría impresionado para los restos.
Por aquellos entonces, una señora me diría: Yo no puedo seguir adelante con este embarazo. Ya tengo bastantes hijos. Dime qué tengo que hacer. Todo lo contrario de aquella madre que me lloraba desconsolada porque había perdido el fruto de su octava gestación (es que la palabra aborto me da asco). O el de la mujer que me hablaba exultante de su decimotercer embarazo, como se lo cuento.
Y así, hablando de gestaciones interrumpidas o no (la palabra aborto me produce repugnancia) podríamos continuar todo el día. Y toda la semana entrante. Y la siguiente.
¿Que a qué conclusión quiero llegar? Es obvio: que en lo que a gestaciones respecta, son tantas las variaciones personales, familiares, sociales, etc., como gestantes existen y han existido (no sabemos qué nos deparará el futuro). Ítem más: se trata del hecho biológico en el que dos seres vivos están más íntimamente unidos; tanto, que la vida de uno depende de la vida, y de la voluntad, de la otra. En efecto, hay ocasiones en que la vida del nasciturus depende de la voluntad de la madre, razón por la cual, las sociedades más civilizadas, sí, no han tenido más remedio que legislar al respecto, para evitar desmanes, claro. Les recuerdo que hay una vida por medio: desde el primer instante. Es esa asombrosa y maravillosa intimidad lo que a este particular le lleva a afirmar que todo lo relacionado con la decisión de la mujer de interrumpir la gestación, tendría que haber permanecido siempre entre bastidores, salvo lo relativo al legislador, claro: asunto tan arduo.
Pues bien, resulta que a un grupo de individuos, caracterizados en su mayoría por su falta absoluta de escrúpulos, de los políticos hablo, les ha dado por sacar al ágora tan dura cuestión, y lo que es peor: están aprovechando la ocasión para sacar rédito electoral. La cosa me parece tan ruin, tan execrable, tan abominable, tan despreciable que me dan ganas de acabar con un dicho de mi pueblo: matarlos sería poco. Los que así actúan, son unos abortos (ahora sí) de personas.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...