Decía anteayer este periódico: “A partir del lunes, los médicos de atención primaria sólo tramitarán las bajas de sus propios pacientes”, o sea, de las patologías que vean en su consulta. Ya iba siendo hora.
Desde tiempos inmemoriales vengo dando la tabarra con este problema, y muchos otros del mismo tenor, sin que nadie se haya dado por enterado, ni los colegios de médicos ni los jefes de la Junta, o al revés. “Burocracia en tiempos de pandemia” se titulaba el último, noviembre, 2022.
Lo de las bajas laborales me tocó vivirlo en primera persona (lo publiqué aquí en su día). Ingresada mi hija en el Infanta Cristina, de entonces, me dirigí al administrativo de la planta de cirugía, y fui a topar, para más inri, con el tío más zafio e ineducado posible: “Aquí no se dan bajas. Eso, al médico de cabecera”, me espetó de mala manera. Me callé por no matarlo.
Hay empero otros muchos ejemplos de parecido jaez, ya digo:
Uno. “Me ha dicho el especialista que me haga usted las recetas, que él no tiene”. Mi colega cogió un talonario y lo introdujo en un sobre: “Lléveselas al especialista”. Con un par.
Dos. “Me han dicho que me tiene usted que hacer un volante para la ambulancia todas las semanas para llevar a mi madre al hospital”. Y cada semana, tenía que dedicarme, la consulta hasta las trancas, a rellenar un sudoku de volante, que algún cretino había pergeñado.
Tres. El mismo día que un paciente fuese dado de alta en Cirugía Plástica, acudió con un informe en el que decía que tenía que pedir al médico de cabecera un volante para ir al día siguiente a que le curasen en Cirugía Plástica (conservo el papel).
Cuatro. “Que me dé usted la baja”. “Qué le pasa”. “Soy bombero y estamos en huelga”, aquella huelga que hubo en Cáceres. Para orinar y no echar gota.
Y así podría seguir una semana. O dos.
Lo escribí en cierta ocasión y lo repito hoy: el médico de cabecera es el profesional más desaprovechado de la medicina, sí. Luego de cuatro años de formación MIR, el médico de cabecera adquiere conocimientos suficientes para acabar con las listas de espera no quirúrgicas (y con parte de las quirúrgicas más ‘leves’). Pero a ver quién es el guapo que es capaz en las circunstancias que siguen:
Imagínense al arquitecto excavando, como un albañil más, los cimientos; colocando ladrillos; luciendo paredes; poniendo las baldosas; y al final de la jornada lavando las herramientas. Mismamente el médico de cabecera. ¿Que estoy exagerando? Vuelvan a leer lo de arriba, y verán ustedes en qué condiciones mentales y ‘temporales’ queda el médico para centrarse, lo que se dice centrarse, en el ‘dolor torácico inespecífico’ del paciente siguiente.
Lástima que haya tenido que llegar una agobiante pandemia para que el personal haya tomado cartas en el asunto de las bajas. Ah, y que se haya visto afectado por el mismo, alguien con mando en plaza, ay.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...