EL INCENDIO Y LOS MUERTOS
Agapito Gómez Villa
No soy yo muy amigo de escribir en clave pesimista, sino todo lo contrario. Pero despertar y encontrarme de bruces con el incendio de Las Hurdes-Sierra de Gata, esos reductos del paraíso, me produce tal desazón, que me resulta imposible no dedicarle unas líneas de amargura y de impotencia. Eso es, de impotencia. Según los que saben (experto es una palabra gastada por los medios), no hay forma humana de combatir semejante vorágine, sino con medidas ‘pasivas’. No obstante lo cual, mi disgusto de hoy no es comparable a los que me invadían de joven (anestesia emocional se llama lo de ahora). Hasta que un mal día, ardiendo que estaba la comunidad valenciana, el consejero del ramo dijo unas palabras que me libraron de tanta desolación: “Los incendios forman parte de la ecología de esta región”. Yo no sé si eso es extrapolable a Extremadura, pero digo yo que algo nos tocará. En fin.
Ustedes perdonen que no siga por el camino abrasado en llamas, es que el otro día leí una noticia aún más descorazonadora. La culpa posiblemente la tenga Terencio: “Hombre soy. Nada humano me es ajeno”. Pues eso: según los servicios de inteligencia norteamericanos, en la guerra de Ucrania, ya han muerto veinte mil soldados rusos. De los muertos en el bando ucraniano no hablo, porque no tengo la cifra, pero presiento que la cosa debe de andar bastante pareja, ay.
Centrémonos pues en los muertos rusos. Dicho así, con dos palabras, veinte mil, parece que el asunto queda ‘despachado’ de sopetón. Pues bien, coloquemos mil féretros en un campo de fútbol. El impacto sería pavoroso. Otros mil en otro campo. Y mil en el siguiente. Y así hasta llegar a veinte recintos repletos de cadáveres, de cadáveres que tienen padres, hermanos, e incluso esposas e hijos algunos. Veinte mil familias destrozadas por el dolor.
Y todo eso, por qué.
Cuando la guerra de Yugoslavia, hubo un padre que lo dejó clarito: “Yugoslavia era muy importante, pero mi hijo está muerto”. Estoy seguro de que eso mismo pensarán los padres de los soldados rusos que han perdido la vida: “Ucrania es muy importante, pero a mi hijo me lo han matado”. Cuando la guerra de Yugoslavia, saltó una chispa, y después salieron a relucir todos los odios étnicos-religiosos acumulados durante siglos: trescientos mil muertos. Pues bien, en lo de Ucrania no ha habido chispa: ha sido la decisión premeditada de un hombre de frialdad siberiana. Y yo me pregunto: qué clase de persona ha de ser un individuo que toma esa decisión, a sabiendas de que van a morir miles de jóvenes compatriotas, y otros tantos del bando contrario. Trabajo me cuesta aceptar que ese individuo pertenezca a la misma especie, la humana, que el común de los mortales, yo incluido. Dicho lo cual, ¿pasaría algo si ese individuo desapareciera de este mundo? Ustedes mismos.
- Don Agapito, ya veo que no va a decir nada de la campaña electoral.
- ¿Usted cree que es el momento?
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...