“El problema de Vinicius no es que seamos una especie racista, somos excluyentes”, ha dicho Arsuaga, entrevista a propósito de la publicación de su último libro: “Nuestro cuerpo. Siete millones de años de evolución”. Arsuaga, Juan Luis Arsuaga, es un tío muy listo, listísimo. Más incluso: es un sabio como la copa de un pino piñonero. Por cierto, y barriendo para casa: las loas que le dedica en “El collar del Neandertal”, prodigiosa obra, a don Eduardo Hernández Pacheco, hombre muy ligado a nuestra tierra, tanto que sus restos reposan en Alcuéscar, es de las cosas más admirativas que uno ha leído en su vida. Quería yo decirles que Arsuaga es un hombre de una cultura vastísima, científica y de la otra, pero de fútbol, más bien de lo que rodea al fútbol, no tiene ni idea, ni falta que le hace, aunque sea hijo del que fuera jugador del Real Madrid, Pedro Mari Arsuaga. Veamos.
“Somos una especie territorial. El color de la piel no es un problema para nuestra especie”. Ahí quería yo llegar. En efecto, el color de la piel no es un problema para nuestra especie. Insisto, para nuestra especie, admirado Juan Luis. Eso significa que tú (te hablo de tú porque soy tres años mayor) das por supuesto que los que insultan al gran futbolista negro del equipo blanco pertenecen a nuestra especie. Y yo, por ahí no estoy dispuesto a pasar. Modestamente, pienso que esos individuos integran una subespecie: humana, pero subespecie. ¿Pertenecen acaso a la nuestra especie los antropoides del Frente Atlético que mataron a Jimmy, un seguidor del Coruña? ¡Vamos anda! ¿Matar por la rivalidad entre equipos de fútbol es propio de nuestra especie? Me niego a aceptarlo: a la evolución no le ha dado tiempo de producir semejantes especímenes. Dos siglos escasos de balompié no son nada, comparados con los “Siete millones de años de evolución” que figuran en el subtítulo de tu obra. Son pues una subespecie que se le pasó por alto a Darwin (no se había inventado el fútbol en su tiempo) y se le ha pasado por bajo a todos los etólogos (nada que ver con la eta), o sea, a los estudiosos de la conducta de los animales, especie humana incluida: etología humana. Lo cual que podemos concluir que los que llaman mono a Vinicius, así como los que mataron a Jimmy, son una subespecie que está a medio camino entre los humanos y los animales propiamente.
Dicho lo cual, a esos antropoides habría que empezar a tratarlos como tales. ¿Van acaso las bestias a los campos de fútbol? Pues eso. La primera medida que habría que tomar es prohibirles la entrada a todo recinto deportivo. ¿Y cómo se averigua que no son humanos propiamente? Es muy sencillo: sólo hay que mirarlos a la cara unos segundos para darse cuenta de su repugnante condición.
Post scriptum: Estoy dispuesto a dar cursos sobre el particular por toda España, sin cobrar un duro: sólo hospedaje y comida.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...