PEDRO SÁNCHEZ Y LA SANTÍSIMA TRINIDAD (LAICA)
Agapito Gómez Villa
Cuando muchacho, escuché una historia que se me quedaría grabada para la eternidad. Por lo visto, un joven, delgado y pálido sacerdote, nacido místico (tiene que haber gente pa to), como fuese reconvenido por un anciano de mi pueblo, sentado que estaba al frescor de una sombra veraniega, “no le da a usted vergüenza pisarme los pies y no darme ni las buenas tardes”, sin perder la mística compostura, el joven religioso contestó: “Cómo quiere usted que me pare a hablar con un coco de la tierra, si voy hablando con Dios”. Son razones. Donde se ponga Dios, que se quite cualquier coco de la tierra. La historia parece un poco exagerada, pero, de cualquiera manera, “se non e vera, e ben trovata”.
‘Pos’ justo lo mismo me pasó a mí el otro día. Cuando ya había decidido el tema del artículo que está usted leyendo, “Pedro Sánchez y la Verdad” (no faltaría, claro está, algún apunte sobre nuestra Agustina de Aragón: la ‘sobrina’ del entrenador del Manchester City, Pep Guardiola), en el momento de meterme en la cama, residencia de verano, o sea, la casa de mi pueblo, en la mesilla de noche, agazapado entre otros libros, veo de soslayo la “Historia del tiempo”, de Stephen Hawking, obra cumbre de los saberes sobre el universo. Con una sonrisa de felicidad (tiene que haber gente pa to), me acuesto con el libro entre las manos, y nada más abrirlo, de repente, me salta a la vista este fogonazo: prólogo de Carl Sagan.
¿Entienden ahora a cuento de qué lo del curita joven y místico? En efecto: yo sé perfectamente que Zapatero, perdón, Pedro Sánchez, también es una criatura de la creación, pero, la verdad, no pude ni decirle “buenas noches, señor Sánchez” en cuanto se me apareció la santísima trinidad laica: Stephen Hawking, uno de los talentos más grandes del siglo XX; Carl Sagan, el astrofísico que nos dejó el más grandioso legado de divulgación científica, “Cosmos”; y Albert Einstein, la mente más genial que ha dado la especie sapiens-sapiens, cuya egregia figura aparece en el libro apenas iniciada su andadura (lo naturá).
Más de uno pensará que, tratándose de un artículo periodístico, lo lógico hubiera sido haber continuado con lo de Pedro Sánchez y sus relaciones con la verdad, Que en estos momentos no hay nadie más mediático que sus sermones de la montaña y tal. De acuerdo. Pero sin ser joven ni místico, uno tiene claro que, entre Sánchez y la santísima trinidad, no hay color. ¿O sí? A ello vamos.
(Ustedes perdonen. Tengo que interrumpir el presente escrito. He escuchado en la radio una noticia alarmante: una señora ha dicho en el parlamento regional, el nuevo faro de Alejandría de las legislaciones, que el fascismo acaba de entrar en Extremadura. Por lo visto, las columnas fascistas vienen avanzando por el puerto de Perales, el de Béjar, el de Honduras y el de Tornavacas. Por favor, no le digan a nadie que estoy en mi pueblo.)
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...