Más de uno pensará que lo que viene a continuación son monstruosas exageraciones salidas de una mente calenturienta, algo parecido a la famosa pintura de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”. En verdad, en verdad, les digo que son tan ciertas como Agapito que me llamo. Se trata de la razón última por la que al día de hoy, viernes 3, aún no se han cerrado las negociaciones entre el amo y el criado: Puigdemont y Sánchez.
No es, como algunos dicen, por la exigencia del primero sobre la figura del relator (el mediador entre la República Catalana y el Estado Español), ni por los tiras y aflojas acerca de la amnistía a los CDR, Comités de Descerebrados Republicanos, aquellos angelitos que cuando entonces, 2017, dejaron Barcelona convertida en un Campo de Agramante. Ni siquiera por la demanda de cesión de la Hacienda Catalana al gobierno de la Generalitat (una vez conseguida la Red de Cercanías, eso está chupao). Ni tampoco por la petición de que el referéndum de autodeterminación sea retransmitido por Eurovisión, etc. Todo eso ya está conseguido, aderezado por los 15.000 millones de condonación de la deuda (nada que ver con los inocentes preservativos).
La única y verdadera razón, les decía, del parón en la negociación es… (aquí vendría al pelo un redoble de tambores): Puigdemont pide también el traslado a Barcelona del Museo del Prado. Como se lo cuento. Pero no sólo de la ingente obra pictórica que atesora, sino de todas y cada una de las piedras del magno edificio, al igual que se hiciera en su día con el asombroso templo de Abu Simbel, transportado que fuera piedra a piedra, para evitar su desaparición en el fondo de la oceánica presa de Asuán. “Lo más que podemos concederos es la catedral de la Almudena”, le han dicho los aguerridos negociadores del gobierno a los insaciables pedigüeños catalanes, entre ellos Gabriel Rufián, esa luminaria de las artes y las letras; a lo que han respondido que para templos ya tienen el ‘sueño’ de Gaudí, la Sagrada Familia, que es mucho más bonita, dónde va a parar. Ah, no conformes con lo de El Prado, exigen asimismo el monumento de la Cibeles; aducen al parecer que el Madrid ha ganado tantas Copas de Europa, gracias a la intervención de la diosa griega.
Amables lectores: sé que a alguno de ustedes le puede haber molestado el trato jocoso de una situación en la que está en peligro todo el entramado Constitucional, así como la vieja integridad de España (don Quijote estuvo en Barcelona), por culpa de un individuo sin escrúpulo alguno. ¿Verdad, señor Ibarra? Si es así, les pido disculpas, pero es que no encuentro otra manera de ridiculizar a los responsables de tan gravísimo momento.
A propósito, señor Ibarra: impecable el fondo de su artículo del otro día, intitulado “Falta de respeto”; no así la forma. “La sintaxis es una facultad del alma”, dijera Paul Valéry, y no todo el mundo nace con ella.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...
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