En verdad, en verdad les digo que, por culpa del trepidante ritmo de los acontecimientos, “vivo sin vivir en mí”. Estaba yo tan decidido a escribir sobre la gentrificación, y en esto que aparece Puigdemont y me destroza todos los planes. ¿Que qué es la gentrificación? Eso quisiera yo saber. Lo cierto es que quieren gentrificar la plaza del Duque de Cáceres, o sea, convertirla en zona de turismo de alto ‘estandin’, ya me entienden, y alguien ha pegado un escrito en la pared, en el que viene a decir que prefieren “ser pobres a seguir siendo pobres pero rodeados de ricos”.
Lo cual, que entre unos y otros me están volviendo tarumba. Me explico. Cada dos por tres, el optimista de turno va y lo suelta: “Cáceres está muerta”. Y añade luego: “Si es que no hay na”. Y a continuación: “Badajoz tiene de to”. Bueno, pues en esto que llegan a Cáceres unos señores cargados de millones, y deciden convertir en alojamientos de lujo algunos palacios magníficos y abandonados, tal que ya se hiciera en lugares de la vieja Europa. ¿Qué tiene eso de malo? A saber. Uno piensa que el que vengan a Cáceres unos días los turistas más acaudalados, a visitar el tercer conjunto monumental de Europa (patrimonio Unesco antes que Salamanca y Aviñón), dejando en la ciudad, ya puestos, sus buenos dineros, no me parece ninguna humillación. Otra cosa sería que se quedasen seis meses, ojalá, y tuviéramos que quitarnos el sombrero al cruzarnos con ellos. Loquito me tienen, ya digo.
Anteayer, de viaje al sur, al lado de la carretera, me fijé en una pintada de la época de Altamira en la que rezaba: “Refinería no”. Y la refinería no se hizo. Como no soy experto en cuestiones medioambientales, aquello lo di por bueno. En el mismo orden de cosas, incluyo el “No a la mina”, la mina de litio de Cáceres, claro. Como no soy un perito en la materia, daré por bueno lo que salga. Aunque tengo la impresión de que los que más han opinado al respecto son los menos versados, ¿o no? (yo, del litio lo único que sé es que, como átomo ‘gordo’ que es, se formó, hace miles de millones de años, en las profundidades de una estrella que explotó y esparció su materia por el universo; no me pregunten cómo llegó a Cáceres).
En resumidas cuentas: por una parte, “Cáceres está muerta”; por la otra, cada vez que surge una iniciativa para darle algo de oxígeno (ya sé que la refinería no iba con Cáceres), aparece alguien que prefiere seguir viviendo sobre el cadáver. ¿En qué quedamos?
¿Y qué nos iba usted a decir de Puigdemont? Que está muy bien en la calle. ¿Qué hace Puigdemont en la cárcel? Si al menos sirviera para dar clase de algo, tal que hiciera Junqueras (enseñaba física cuántica a los colegas, según contó Rodrigo Rato), merecería la pena detenerlo. Como no hablase de los maleteros de los coches.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...