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EL PROTECTOR DE LOS INDIOS

Cómo tendría de contento el guía a mi amigo -que si los españoles fueron unos brutales asesinos, que iban como ciegos en busca del oro y de la plata, que si se ‘casaban’ con todas las mujeres que encontraban, etc.-, que llegó un momento en que no pudo contenerse: “Si en lugar de los españoles hubiesen venido los ingleses, usted hoy estaría en una reserva”. Lo cual, que se montó un buen rifirrafe. Aquello sucedió hace algunos años en el Perú. Por lo visto, eso es lo que les inoculan a los alumnos de la “escuela de guías de turismo” creada al respecto. Pues bien, se conoce que aquel enfrentamiento debió de extenderse por el mundillo de los profesionales del ramo, porque el guía que nos ha tocado en suerte en la presente ocasión, ya sabía de la presencia de mi amigo (viaja con frecuencia a ese maravilloso país), y por tanto se cuidó muy mucho de incurrir en las barbaridades antiespañolas de su colega de aquel antaño. Lo cierto y verdad es que esta vez no hubo necesidad de hablar de “reservas de indios” ni nada parecido, aunque sí salió a colación el referido encontronazo. De entrada, nuestro hombre se quedó con los ojos a cuadros cuando este particular le preguntó si sabía de la existencia de la figura del “Protector de los Indios”, creada muy pronto por el rey de España. Lo de los indios parece que no le gustó mucho. Pero se tranquilizó cuando le aclaré que Colón se murió convencido de que había llegado a las Indias, cosa que nuestro guía ignoraba. El otro razonamiento que le expuse para demostrarle lo perversos que habían sido los españoles lo dejó ya patitieso: “No se construye una grandiosa catedral como ésta para una población a la que se quiere exterminar” (estábamos visitando la imponente catedral del Cuzco). Y añadí: “No se funda una universidad como la de San Marcos, en Lima, apenas treinta años desde la llegada de Pizarro, sólo para los hijos de los españoles, que eran cuatro gatos: llegaron cien miel en los tres siglos que duraron los virreinatos; repártalos por todo el continente, incluida la mitad de los actuales EEUU y verá usted de cuantos españoles estamos hablando en aquellos años. Abusos, lo que se dice abusos, los ha habido en todos los tiempos, y en todas las latitudes. Pero en comparación con lo que hicieron otros, los españoles fueron unas hermanitas de la caridad”. En fin, que ya sé que nadar contracorriente es una cosa agotadora y estéril, que ya lo dijo muy clarito el más listo de la clase, Albert Einstein. “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Comprenderán ustedes que después de tantos siglos de corrientes antiespañolas, esto mío sea de una esterilidad suprema. Pero, “sintiéndolo mucho” (loado sea Sabina), uno es incapaz de quedarse callado cuando alguien intenta denigrar la obra de España en América, la gesta más grandiosa de la historia de la humanidad, según algunos, yo el primero.

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