Hoy tendría que empezar por Donald Trump, ese empresario atrabilirio, ese Jesús Gil con el pelo pintao de colorao, o tal vez ese Ruiz-Mateos “que te pego leche”. Más de uno se preguntará que cómo los americanos han podido votar en masa a semejante mostrenco. No le den vueltas: ha sido cosa de la ley del péndulo de Foucault. El personal estaba ‘jartito’ del movimiento woke, esa movida sin pies ni cabeza, pero con muchos sexos. Fíjense cómo estarían de lo woke, que le han perdonado al bodoque el acontecimiento más grave que ha sufrido la democracia estadounidense en su historia reciente, sí, del cual fue el principal muñidor: el asalto al Congreso, con sus cinco muertos incluidos.
Sé que esto no va a pasar del puerto de Miravete. Pero es que no puedo dejar de expresar mi indignación por la laminación del español en toda la administración americana, una lengua que hablan sesenta millones de americanos, depositaria de una de las culturas más importantes del mundo. Ya lo intentó la vez anterior, cuando suprimió nuestro idioma de la página webb del Congreso, pero lo de ahora es más gordo. En resumen: sólo por eso, el tal Trump se me acaba de transformar en un pesonaje intragable/intratable. A ver cómo pronuncia ahora San Francisco, Los Angeles, San Diego, El Paso, Santa Mónica... y miles de nombres en español. Le he llamado antes bodoque, pero la palabra que le va mejor es botarate, que eres un auténtico botarate. ¿Del movimiento woke yo? Vamos, anda. “Ni que yo fuera m...” que diría un cura de la impresionante “Mazurca” de Cela.
En verdad, de quien quería hablarles es de un español de talento, de mucho talento, Santiago Segura, un hombre que jamás se ha metido con nadie. Hasta que le han pisado el callo: “¿Defender a las víctimas del terrorismo es ser fascista?” Habrá excepciones, yo no digo que no, pero la gentita que se reúne en la noche de los Goya, integran un aquelarre en el que todo odio a la derecha tiene su asiento. Vistos en conjunto, resultan vomitivos (a Garci, un sabio con Oscar, me lo tienen proscrito). Por eso, les tengo gato. Y por lo palizas que son. Resulta que la productora de una de las películas premiadas, “La infiltrada”, interpretada magistralmente por una paisana de Badajoz, Carolina Yuste, mejor actriz, les decía que va la productora de la película (odio lo de ‘la peli’), María Luisa Gutiérrez, y en su discurso habla de las víctimas de eta, que de eso va la cinta, al tiempo que mostraba su reconocimiento a los cuerpos de seguridad que lucharon contra la banda criminal. En mala hora lo hiciera. Por lo visto, cuando acabó su intervención, aquello parecía un funeral. “Y por último, quiero compartir mi trocito de Goya con mi socio Santiago Segura”, dijo. Y aquí saltó la liebre de Torrente: “¿Defender a las víctimas del terrorismo es fascista?”. “Iros a cagar”. Fernán-Gómez lo habría dicho de otra manera. Y más indignado.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...