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Ajuste de cuentas


                                                    AJUSTE DE CUENTAS

                                                Agapito Gómez Villa

      Les supongo al tanto del gigantesco pollo mediático (en la calle, menos, ¿o no?) que se ha montado a raíz de la última ‘gran’ resolución, del Tribunal Constitucional: la legalización de uno de los equipos filiales de la eta: Sortu se llama la advocación. Qué quieren ustedes que les diga. Que se nota mucho que entre los responsables de la decisión no hay ninguno al que le hayan matado a un familiar. Seguro estoy de que, de haber estado integrado el tribunal por varios Enrique Múgica, la decisión hubiera sido muy otra: “Ni olvido ni perdono”, dijo cuando asesinaron a su hermano Fernando. Pero claro, por mucho que duela, esta decisión forma parte de un armisticio: si ustedes dejan de asesinar, yo me comprometo a legalizaros y a poner a todos los presos en la calle en cuatro días. ¡Hecho! Les recuerdo que el Estado menos sospechoso de blandura con su enemigo, el judío, no ha muchos meses canjeó a uno de sus soldados por mil de los otros, entre los cuales había asesinos de todo jaez. ¿Que detrás viene la independencia del País Vasco? Eso no hay Ronaldo (cristiano) que lo pare. Ni la de Cataluña, que ya lo dijo Ortega, que era listísimo: lo de Cataluña no tiene solución (dentro de España quería decir).

  ¿Que dónde está el ajuste de cuentas? Ahora mismo se lo cuento.

   Lo de la eta está claro que se acaba, ya era hora, con lo que, dentro de poco, salvo para el corazón eviternamente dolorido de los deudos (me conduelo con vosotros), será cosa de historiadores: ya verán la cantidad de libros que se publican al respecto, y tesis doctorales ni te cuento. Pero antes de que eso suceda, antes de que el asunto se enfríe, quiero ajustar cuentas con el mundo de la intelectualidad en general y el de la escena en particular (lo de la iglesia vasca es capítulo aparte: la actitud de algunos entrenadores, léase obispos, y el juego de muchos jugadores, léase curas, es de tarjeta roja directa, ni amarillas ni leches, Santidad).

    La intelectualidad: salvo algún Savater por la banda izquierda (olé tus c…), y algún Ussía por la derecha (olé los tuyos), la actitud de los llamados intelectuales ante los viles crímenes de la eta, es para echarse a llorar (Aute, amor, muy bonita “Al Alba”; ¿para cuándo una canción a los niños asesinados por la eta?). Cobardía vil se llama lo suyo, si no connivencia. Pa matarlos. Ahora bien, lo que ya supera todo lo imaginable es lo del mundo de la escena. Cada vez que veo a un grupo de actores premiándose entre ellos, que parece que hubiesen adulterado, ‘pro domo sua’, el consejo cristiano, “premiaos los unos a los otros”, me dan ganas de vomitar. En mi vida he visto una actitud más repugnante, más repulsiva. Toda una noche blandiendo el cartelito unánime del “no a la guerra”, y al poco tiempo se presentan tan ricamente al Festival de una de las capitales de la guerra, cuya grandeza se resume en el tiro en la nuca a un joven arrodillado. Y qué pasó: ni un solo cartelito con el “no a la eta”. Qué atajo de sinvergüenzas (cobardes les viene chico). “Porque eres tibio, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3-16). He dicho. 

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