Londres, trigésimos Juegos Olímpicos de la era moderna, o sea, la resurrección de los juegos primigenios que siglos ha inventasen los griegos, aquellos señores tan filósofos y tan antiguos, que según Tierno Galván, hombre tan sabio, tan remilgado y tan impostor, lo inventaron todo: quién lo diría, visto lo de hoy, que parecen todos hijos de don Enrique (por las mentiras), con sus siete piscinas privadas declaradas en Atenas, ni que Atenas estuviera en Goenlandia. Bueno, yo a los griegos se lo perdono todo, mayormente por Arquímedes, que ese sí que era un sabio; bueno, y también por Demócrito y Aristarco y Eratóstenes, aunque éste era de la orilla de enfrente, de Alejandría quiero decir. Y por Fidias. Y por tantos genios, en fin. Ah, y porque gracias a ellos podemos decir kilómetro, epigástrico, dermatólogo, oftalmólogo y miles de palabras más. Y rinitis, estomatitis, blefaritis, dermatitis, en lugar de ‘naricitis’, ‘boquitis’, ‘parpaditis’, ‘pellejitis’.
A lo que vamos. Si los griegos de entonces levantaran la cabeza, seguro estoy de que la emprenderían a pedradas (a miles en las ruinas de Olimpia), contra los muñidores de las Olimpiadas actuales, cuando vieran las especialidades que han sido incluidas. Un suponer, el llamado ‘tiro olímpico’. Está claro que los griegos no pudieron incluir las armas de fuego en sus juegos porque no estaban inventadas, pero de haber dispuesto de ellas, no las habrían introducido. ¿En qué me baso? Muy sencillo, porque el tirachinas ya estaba inventado y no lo metieron en la competición: donde hay gorriatos, hay tirachinas, y en Grecia los hay gordos como toros, que los he visto yo.
Es que uno, a las armas, en general, y a las de fuego, en particular, no les tiene ninguna simpatía. Así que se pueden ustedes imaginar lo agradable que me resulta ver a un señor disparando una escopeta so capa de competición deportiva. Por si faltaba algo para el duro, mi cariño se acabó de acendrar el día que leí en el periódico que un campeón de tiro utilizó su olímpica carabina para abatir con suma destreza a viandantes del bando enemigo. Tan deportivas muertes tuvieron lugar hace cuatro días en Sarajevo, por cierto, ciudad olímpica de invierno años atrás, que estaba siendo bombardeada la tarde que se inauguraba la Olimpiada de Barcelona, qué edificante. Total, que ha llegado el momento de romper una lanza (una jabalina) en favor del doméstico tirachinas. Dada la afición a las armas de los mandamases del COI, ruego, solicito, pido, exijo que sea incluido como modalidad olímpica, ya mismo. O sale la carabina o entra el tirachinas. ¿Que el tirachinas no tiene la elegancia de una escopeta? De acuerdo, por ahí puedo pasar. ¿Que no son comparables en precisión? De eso, nada. Ustedes tendrían que haber visto a mi primo ‘El Cutra’, en aquellas siestas estivales, matando pájaros a 45º a la sombra, sin gorra ni nada, que entonces los de la tele, los muy insensatos, no nos avisaban de que teníamos que protegernos contra la ‘caló’. Medalla de oro hubiera obtenido mi primo, con lo bien que nos hubiera venido a una familia humilde como la nuestra. ¿No creen?
No obstante, a mi lo que de verdad me gusta de las Olimpiadas es la doma clásica. No hay color.