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Escupitajo siglo XXI


 

   El otro día, leí una noticia que me llenó de estupor. Debo de ser un tío muy raro, porque no la he visto glosada por ninguno de los varios millones de comentaristas de radio y televisión (son siempre los mismos, van de un sitio a otro), ni tampoco he tenido barruntos de ninguna columnita, ni siquiera un editorial, esa cosa sin firma, tan absurda como inservible, bueno, inservible no, que en la Casa Blanca se han puesto muy contentos con el editorial de un periódico español en el que se decía lo que Obama ha de hacer en los cuatro años venideros: lo juro por mis nietos (lo escuché en la radio, jamás leo un escrito sin firma). La noticia decía lo siguiente: 19.847.640 euros para el Congreso y 11.374.330 para el Senado en concepto de “material de oficina”. Toma ya. ¡Cinco mil millones de pesetas! (ustedes perdonen, con esas cantidades me pasa como a mi padre con la peseta: siendo yo niño, fui testigo de la compra de un burro a un gitano por 6.000 reales).

  En una situación como la actual, donde la palabra recorte está presente hasta en la sopa, destinar tamaña cantidad para semejante concepto, me parece una brutal afrenta a la ciudadanía. Con lo bien que hubiera venido ese dinero para otras partidas. ¿Que estoy haciendo demagogia? Oiga usted, un respeto: el día que yo me dedique a la política, me podrán llamar ‘pringue de zorra’, pero hoy por hoy estoy limpio de polvo y paja, con perdón. Sí, ya sé que el Congreso y el Senado son la sede de la soberanía popular y todo eso y que a los señores representantes del pueblo, como dice la canción, es lógico que no les falte de ‘na’, pero cinco mil millones para material de oficina… Por cierto, el ‘Senao’ debería ser inmediatamente ‘cerrao’: por ser una cámara de la locura. ¿Que no? En ella, una vez un andaluz nacido en Iznájar, Córdoba, necesitó los oficios de un intérprete para que lo entendiera un español nacido en Ceuta y recriado en Sevilla. De Montilla y de Chaves hablo, el uno presidente de Cataluña, perdón Catalunya, y el otro ministro de algo.

  Si hay una cosa que me saca de quicio es lo relacionado con el uso que los políticos hacen de los dineros públicos. Ah, y con los agravios comparativos. Rozando el código penal, debuté en este periódico, cartas al director, cuando don Gregorio Peces-Barba puso a sus señorías un sueldo de 500.000 pts al mes. No es que fuera mucho ni poco, ¡es que era el salario mínimo de entonces, multiplicado por diez! Como un poleo lo puse. Si aquello no fue un escupitajo a la ciudadanía, que venga Dios y lo vea. Lo mismo me sucede ahora con esos cinco mil millones. Con los años, empero, ya no recurro a las blasfemias, que eso está muy feo; ahora lo que hago es maldecir, que es una cosa muy bíblica.

  Lo conté en el siglo pasado. De chico, un primo que me quería mucho, se sentaba en mi barriga, y una vez colocadas sus rodillas encima de mis brazos, con las manos me abría la boca y me depositaba en ella un hermoso escupitajo. Así he recibido lo de los cinco mil millones. Maldito sea, ea.

       

 

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