Hoy quería yo hablarles de Verdi, que por un
pelín no nació el mismo día que mi nieto mayor, doscientos años atrás, claro.
Pero como canta el tango, doscientos años no son nada. ¿A ver quién es el guapo
que me dice a mí que la música de Verdi no parece recién compuesta? Bueno, el
caso es que el otro día, el 10, se cumplieron los dos siglos del nacimiento de
uno de los genios más portentosos que ha generado la especie, la nuestra. Verdi,
sí, será uno de los dos grandes genios que me acompañarán (uno no se codea con
cualquiera) en la hora del regreso al ‘maternicio’ polvo estelar del que
procedemos, yo al menos: el otro es Beethoven, tercer movimiento de su novena. Ya
dije hace un siglo que cuando me llegue la hora, una de las secuencias que
pasará a toda mecha por mi cabeza será el coro de esclavos de Nabucco, aquella
vez que tuve la inmensa fortuna de ‘vivirlo’ en la envolvente penumbra del
teatro de la ópera de Varsovia.
Y hablando de genios, ahí va otro par: Proust
y Neruda. Don Pablo (qué bella prosa la de los poetas) tenía una oreja enfrente
de la otra, pero llevado por su admiración por don Marcel, quiso el hombre
incurrir en el mundo de la música. Que si la sonata de Vinteuil, “Por el camino
de Swann”, es la de César Frank, que si “olorosa y aérea” (Proust), que si “la
intimidad sombría del piano”, que si la “agonizante victoria”, que si tal, que
si cual. Total, que andando el tiempo, un buen día se encontró, conversando que
estaban sobre lo suyo, claro, a los tres más importantes músicos que ha dado
Chile (Arrau, Santa Cruz y Carvajal), y como no le hicieran ni puñetero caso,
“traté entonces de lucirme hablándoles de aquella sonata, la única que yo
conocía”. Y el bueno de don Pablo se encontró con lo que no esperaba.:
- ¿Por qué César Frank? Lo que debes conocer
es Verdi.
Toma ya. Yo no soy músico, ni tan siquiera
chileno, pero a mí no me hubiera pasado como a don Ricardo, quiero decir a don
Pablo, bueno, a don Neruda. Les hubiera hablado directamente de Verdi, o de
Elton John, como mínimo. A uno, en lo que a música respecta, nadie le da Frank
por liebre. Por muy Marcel Proust que se llame.
De eso, ya digo, es de lo que tenía pensado
hablarles hoy en exclusiva. Pero mira por dónde, irrumpe de
repente lo del mapa de España y los Grandes Wyomings y sus ‘intermedios’, en el
que Extremadura aparece sin equis, o sea, ‘Estremadura’ (de casualidad, vería justo
el final). Tiempo le faltó al personal para poner el grito en el cielo acerca
de la ortográfica cuestión. Pues yo no, mire usted. Lo único que tuve que hacer
es mirar hacia la estantería para encontrarme una vez más con la magnífica
obra, intitulada “Estremadura. Por Lopez/ año de 1798” (mando foto al
periódico), que me regalase quien fuera mi buen amigo, Antonio Vázquez,
presidente a la sazón de la Asamblea, cuando se editase dicho libro. Tomás
Lopez (sin acento), “Geógrafo de los Dominios de su Majestad que firma abaxo”.
Verdi y Estremadura, en fin, juntos y en
otoño: más, imposible.