El otro día, algunos medios pusieron el grito
en el cielo porque nadie del gobierno acudió a un acto del diario El Mundo, en
el que se le hacía entrega a don Mario Vargas Llosa de un premio por su faceta
de columnista, labor que ejerce con brillantez extraordinaria. Estoy convencido
de que, prudentemente, decidieron no asistir cuando se enteraron de que yo
tenía pensado escribir esta columna/invectiva, como te lo cuento.
“Por nuestro santo Padre el Papa Pablo, por
nuestro obispo Manuel (en Cáceres), por nuestro jefe de Estado Francisco, el
pueblo y el ejército” ¿Les suena de algo, verdad? De aquello me acordé, no ha
muchas semanas, al ver besándose en la boca (poco les faltó) a los políticos y
a los periodistas en el aniversario de otro periódico: La Razón (bueno, lo
había pensado antes: en la entrega de los premios de este periódico, acto en el
que los políticos tienen un protagonismo fuera de lugar). Vergüenza ajena
sentí, por no decir repugnancia, al ver semejante aquelarre de abrazos entre
políticos y periodistas. La unión, más bien fusión, Iglesia-Estado, cuando en
tiempos, tenía al menos una poderosa justificación/explicación, a la sombra del
‘factor humano’, o sea, el terror inercial por el recentísimo asesinato de
miles de religiosos: yo arzobispo, a Franco no le hubiera llevado bajo palio,
le habría llevado encima. Lo de los políticos y los periodistas, no hay,
empero, por dónde cogerlo.
“Lo primero, la libertad”, dijo don Mario. Contentos
debieran de estar, pues, los de El Mundo con el desaire. Cómo rayos puedes
tener libertad para criticar a los políticos, tramposos y mentirosos por
naturaleza, si estás todo el día encamado con ellos. “Demasiado próximos para
ser imparciales”, leí, siglos ha, en una prestigiosa revista médica inglesa, hablando
de la relación entre la industria farmacéutica y los médicos. Parece que aquello
hubiera sido pensado para la profesión periodística. Qué coño es eso de estar
todo el día dándose el pico con los políticos. Que si el otro día almorcé con
fulanito, que si la otra noche cené con fulanita. Vamos hombre. Dime con quién
andas y te diré quién eres. No me vengan luego con lamentaciones cuando, en las
encuestas, periodistas y políticos son los profesionales más zarandeados por la
ciudadanía. Oiga, que no todos los periodistas son como usted dice.
Afortunadamente. Aviados estaríamos si no existiera un buen puñado de
profesionales inconmovibles, capaces algunos, en aras de su radical
independencia, de llevar ante los jueces a los Bárcenas y a los Urdangarines.
No se ponga así, don Agapito, que no es para
tanto. ¿Que no es para tanto? Pero hombre, si hay periodistas que escriben al
dictado de los políticos. Díselo tú, admirado Antonio, qué Antonio va a ser,
Muñoz Molina, tú que eres del gremio, que si lo digo yo, me van a llamar de
todo: “Son los partidos mismos los que imponen la información que se debe dar
sobre ellos”. Dile algo más, anda: “De esas complicidad humillante, son
responsables los que la imponen, pero también los que la aceptan”. Jo, qué
fuerte.
El día que me enteré de que el director de
este periódico había sido insultado soezmente por el señor Ibarra, me dije: ése
es el camino. No me refiero a los insultos, claro, sino al resultado: cada uno
en su sitio.