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Los sueldos transparentes


  ¿Hay algo más importante que la salud? Nada, absolutamente nada. Ni tan siquiera el gordo de la lotería. Creo que en eso estamos todos de acuerdo. ¿O no? Dicho lo cual, estaremos de acuerdo, asimismo, en que no hay profesión más trascendente que la de aquellos que se dedican al cuidado de la salud del prójimo. Algo tiene que tener el agua cuando la bendicen: los griegos, que llevaron la cultura a las más altas cumbres imaginables, al único humano que elevaron a la categoría de dios, ahí es nada, fue a un médico: Asclepio (Esculapio para los romanos). Con un par. Y mira que tenían donde elegir: filósofos, poetas, matemáticos, físicos, arquitectos, astrónomos, escultores, atletas, etc. Pues nada, un médico.

     Digo todo esto porque, a raíz de la publicación de la “ley de la transparencia” de la función pública, un periódico ha formado un equipo ‘futbolístico’ con los once señores mejor pagados (los once “galácticos”), y hete aquí que entre ellos no encuentro ni un solo profesional de la medicina. ¿A ustedes no les parece raro? A mí, sí, desde luego. ¿Es que es, acaso, más importante el trabajo que realizan los citados galácticos, que el señor que se mete en un quirófano a quitarle el corazón a un enfermo y ponerle en su lugar el de un donante? Vamos anda. ¿O más importante que la labor que desempeñan los profesionales del 112, que cogen a una persona con un infarto mortal y logran devolverlo al mundo de los vivos? Vamos, señores del gobierno, no me toquen ustedes los epiplones (consúltese wikipedia). Así que tengamos la fiesta en paz.

   No obstante mis ansias de paz navideña, no puedo dejar de comentarles que el mejor cirujano del país, o sea, España, no gana en la cosa pública ni la mitad de lo que percibe el que menos gana del selecto equipo. Visto desde otro ángulo: podría suceder, Dios no lo quiera, que los del 112 hubieren de salvar la vida al señor mejor pagado de toda la administración pública (210.000 euros), el director de la SEPI, una cosa de participaciones industriales o algo así. Pues bien: entre todos los que van en la ambulancia, no ganan ni con mucho lo que cobra el hipotético enfermo. Toma ya. Si esto no es una subversión de valores, que venga el mismo Dios de antes y lo vea. He citado a los cirujanos de los trasplantes y a los del 112 por poner ejemplos de señores que hacen verdaderos milagros, ¿o no?, pero como todo el mundo sabe, son legión los profesionales sanitarios que a diario realizan una labor merecedora del mismo reconocimiento que los griegos le dieron a Asclepio, por cierto, padre de Higea y Panacea, sus enfermeras, que ya por entonces el personal de enfermería era imprescindible.  

  Y aquí viene mi reflexión. ¿Por qué mecanismos, los señores encargados de los dineros han llegado a determinar que el mentado director de la SEPI debe ganar cuatro veces más, como mínimo, que un cardiólogo, o anestesiólogo, o radiólogo, o psiquiatra, por poner algunos ejemplos? Alguna explicación tiene que haber, digo yo. Y me gustaría conocerla, si no es mucho pedir. ¡Ya lo tengo: se me acaba de venir a las mientes! Es que salud no tiene precio, mire usted.

   ¡Tu tía la del pueblo! 

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