No se
sabe en qué quedará la cosa, pero hay cierta movida en el ayuntamiento de
Madrid por la que se pretende renombrar las calles que llevan nombres de
peligrosos franquistas, entre los que se encuentran Pedro Muñoz Seca, Agustín
de Foxá, Gerardo Diego, Alfonso Paso, Dionisio Ridruejo, José María Pemán, José
Pla, Salvador Dalí, Ramón Gómez de la Serna, Santiago Bernabéu,... si bien este último parece que va a ser
indultado. ¿Que quiénes son esos señores? Averigua tú. A mí sólo me suenan Dalí
y Bernabéu: el uno porque tenía un bigote con las puntas retorcidas y el otro
porque se llamaba igual que el estadio donde juega el mejor equipo del mundo.
Por lo
visto, la cosa tiene su aquel en la Ley de Memoria Histórica, aportación
impagable del impagable Zapatero a la concordia nacional. Pues nos podemos ir
preparando. Como se abra la espita, y tiene pinta, dentro de poco no va a haber
dios que recuerde dónde vive, quiero decir que sepa con seguridad la calle,
plaza, avenida de su domicilio, tal es el seísmo (nada que ver con sexismo) de cambios
que se avecinan. ¿Que por qué? Muy sencillo. ¿Ustedes creen que son más fuertes
los sentimientos alimentados por las creencias políticas que los sustentados en
credos religiosos? Calla, hombre, calla. Donde se ponga la fuerza de Alá (miren
lo que son capaces de hacer en su nombre los yihadistas), que se quiten todos
los generales que han ganado una guerra, por muy Francisco Franco que se llamen.
“¿Quién manda más, el Papa o Franco?”, le pregunté a mi madre, me acuerdo como
si fuera hoy. “El Papa, hijo”, me contestó sin dudarlo. Mi madre tenía razón:
dicen que Franco lloró cuando se enteró de que estuvo a punto de ser
excomulgado cuando el lío que le montó, homilía mediante, un obispo vasco
llamado Añoveros.
Donde se
ponga la fuerza de Alá: ni siquiera haría falta semejante potencia de tiro, en
principio. Para liar la mundial, bastaría con que a los correligionarios de la
concejala madrileña que participó en el asalto a la capilla de la Complutense,
Rita Maestre creo que se llama, les diera por poner en el punto de mira, con
“Memoria” o sin ella, los millones de calles rotuladas con nombres de santos o
de vírgenes (no hablemos de los centros hospitalarios). ¿Qué es más nocivo para
la sensibilidad de un ‘asaltacapillas’, un franquista o un santo? Un santo, sin
lugar a dudas. Mientras que a los franquistas sólo los recuerdan cuatro
zumbados (también empieza por zeta), los santos, en sus
eternidades, están todos tan frescos como el primer día. Pero en el caso de que
las propias fuerzas laicistas resultaren insuficientes, aquí es donde entrarían
en combate las brigadas internacionales del yihadismo blando: “¡Fuera nombres
cristianos de calles y hospitales!”, dicho en árabe, claro, que resultaría más
temeroso. Para justificar lo cual, aducirán, ya lo verán, el siguiente
argumento: “¡Los nombres de vírgenes y santos hieren la sensibilidad de los
creyentes de otras religiones!”
Pero no
quedará ahí la cosa. Comoquiera que los muñidores de la ‘limpieza’ del
callejero son al mismo tiempo republicanos, que se vayan preparando el estadio
Príncipe Felipe y el hospital Infanta Cristina. ¿Que no? Pregúntenle, si no, al
gran poeta, Gerardo Diego, que era un bendito.
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