Cuando estas palabras vean la luz, ya será
domingo de Resurrección, el día más glorioso en todo el orbe cristiano. Uno tiene
dicho que no es muy de iglesia, pero criado/educado que fuera en la cultura judeocristiana,
lo mejorcito que el hombre ha inventado, a juzgar por los resultados terrenales
(de los otros no hay constancia documental), y añadiéndole además la parte que
me toca del “inconsciente colectivo” de Jung, que existe, vaya que si existe
(algún día se medirá la longitud de sus ondas), he decidió dejar a un lado la
semana de pasión y muerte, sí (la tragedia del autobús dormido; la ‘calificable’
masacre de Bruselas: que no se olvide que nosotros tuvimos seis Bruselas juntas
un 11-M) les decía que he decidido hablarles de algo más festivo: la primera
actuación de los Rolling en Cuba, La Habana. El asunto tiene varias (muchas)
lecturas, pero yo me voy a fijar en ésta: la ‘bisabuelidad’ de Mick Jagger, que
no entiendo yo, si existe la paternidad/maternidad, por qué no existe algo
parecido para abuelos y bisabuelos.
Me preguntaba yo en estas páginas, coincidiendo
con la última actuación de los Rolling en España, qué pensarían los nietos adolescentes
de Mick cuando vieran a su abuelo haciendo jerigonzas en un escenario
multitudinario. Vergüenza era la respuesta. Me basaba yo en lo frecuente que es
el que los hijos, cuando muchachos, sientan vergüenza cuando a sus padres les
da por cantar/bailar en alguna fiestecilla (a los míos al menos les sucedía, a
pesar de que yo canto como los ángeles, cuando quieran se lo demuestro, y además
tengo menos arrugas que Mick, y menos pelo). Si los niños sienten vergüenza ante
sus padres ‘cantores’, pensaba yo, con el abuelo deben de salir corriendo. Eso
es lo que hacen los míos cuando por la calle me da por tararear en alto alguna
cancioncilla. En suma: que por respeto a los nietos, el tal Mick debería ir
pensando en la retirada, decía yo entonces, a lo que mi buen amigo, Miguel
Arias, me respondió que no pensaría lo mismo si hubiera visto el concierto de
los Rolling en directo, impresionante por lo visto.
En ésas estábamos, cuando un buen día, justo
hace dos años, me entero de que la mayor de las nietas de Mick acababa de hacerlo
bisabuelo. Y eso ya son palabras mayores. Que un bisabuelo mantenga la energía,
la fuerza, el vigor que mantiene ese hombre, es un formidable ejemplo para
todos los hombres de su generación (yo soy ocho años más chico). Lo cual que,
desde estas páginas, no sólo no pido su retirada de los ruedos, sino que me
gustaría que continuase en el oficio hasta que su bisnieta sea madre, cuando
menos. Ítem más: a un individuo así, habría que ir pensando en clonarlo.
Al contrario que José María Íñigo, yo siempre
fui más de los Beatles, pero visto lo visto, no me va a quedar otro remedio que
hacerme de los Rolling. Eso sí, con una condición: que se callen los imbéciles
que repiten como loritos lo de “Sus Satánicas Majestades”. Mucha pinta de ángeles
no tienen, la verdad, pero lo anterior me parece una suprema bobada.
A Raphael, pobrecito, no le gusta que le digan
abuelo. Pues yo, viendo a Mick, deseando estoy ser bisabuelo.