Y de
repente, me veo, último año del bachillerato, sentado al amor del brasero,
inviernos sin cambio climático, escuchando, mientras estudiaba, el programa
vespertino de la mejor música del momento, “Discoteca 68 (o 69, o 70), un
programa de Juan María Mantilla, presentado por Rolando Gómez de Elena”, por la
cálida y bella voz de Rolando Gómez de Elena. Recuerdo como si fuera hoy, tarde
de interminable enumeración de puertos cerrados por la nevadas, el día que
hablaron por vez primera, sí, de un nuevo y joven cantante inglés, que tenía estudios
de piano y que se llamaba Elton John. Y lo recuerdo perfectamente por la
sorpresa que me produjera el parecido fonético con otro cantante británico ya
famoso: Tom Jones y su inseparable Delilah. Unos instantes después, se produjo
el milagro: a la luz tenue de un piano, comenzó a sonar una de las melodías más
bellas jamás compuestas, “Your Song”, la misma que escucho mientras les escribo
estas cuatro letras, con la misma delectación que lo vengo haciendo desde la
noche de aquel tiempo, tal que me sucede con Sinatra y su sublime ‘Cycles’.
Imagino que
ya saben por dónde voy. En efecto: el enorme impacto que me produjo escuchar dicha
canción, de modo sorpresivo, el otro día, sobre unas imágenes televisivas que
al final vinieran a resultar una propaganda (así se decía antes) de unos
grandes almacenes muy conocidos, “El Corte Inglés”, claro (si Sabina mete
nombres publicitarios como nadie en el mundo en sus letras -un Peugeot, las
braguitas de Zara, el fino La Ina, etc.-, qué de malo tiene que lo haga yo). Como
sería de proustiana la cosa, que a punto estuve de buscar la badila para remover
el brasero y de decirle a mi madre que me fuese preparando las sopas, en la lumbre
de la cocina del medio sobrado que andaba.
Comoquiera
que hay personas que no participan del entusiasmo por la música (Cela la
odiaba), uno lo tendría chupado si fuera Javier Sádaba, celebrado filósofo (a
propósito, ¿cuándo se alcanza la categoría de filósofo?), les decía que si yo
fuese Sádaba, me habría faltado tiempo para citar a Schopenhauer (con ese
nombre no se puede ser otra cosa que filósofo, ni siquiera defensa central de
la selección alemana): “La música lo es todo”. Mas como no soy ni Sádaba ni
filósofo ni na, me conformaré con decir que la música lo es ‘casi’ todo. Por
cierto, la música es un milagro exclusivo de la mente humana. Por mucho que
busquen, en la naturaleza no encontrarán el tercer movimiento de la novena de
Beethoven (ni tan siquiera la “música de las esferas” de los filósofos
clásicos), cosa que no se puede decir de otras manifestaciones artísticas, la
pintura un suponer: que uno sepa, el hombre de Altamira necesitó de los bisontes
que andaban pastando en los feraces prados circundantes. He citado Altamira
porque según Picasso, indiscutido genio de la cosa, en Altamira está “toda” la
pintura, así que a mí no me miren.
“Como decía un buen profesor del
bachillerato, todo es vida. Y la música más. Que no todo va a ser hablar de la
crisis, coño.” Así acababa el escrito que le dediqué al gran genio, Elton John,
diciembre 1992, en estas páginas. Pues eso: “Your Song” (o “Tiny Dancer”).