Con
permiso de don Antonio Machado: “El Reino Unido se ha ido, todo el mundo sabe
cómo ha sido”. Dicho lo cual, lo primero que se me viene a la cabeza es el
disgusto tan enorme que hoy tendría Ortega. Don José fue un acendrado
europeísta y ‘creador’, por ende, de eso que a mí me suena tan bonito: los
Estados Unidos de Europa. Yo también estoy disgustadillo (España pegó el
estirón definitivo cuando se entregó con armas y bagajes a la Europa
Comunitaria), pero no tanto como lo estaría el filósofo, pues que uno, a este
respecto, es más de Julián Marías, su discípulo aventajado, no tan brillante como
su maestro, pero acaso la persona más equilibrada y sensata que me he
encontrado jamás. De él he aprendido una cosa impresionante: “No se tiene ni
idea de lo que cuesta romper la normalidad de la vida”, y hablaba del Madrid en
guerra.
Con
semejante premisa, ¿ustedes creen que la vida cotidiana de la ciudadanía
británica en particular y de la europea en general se va a ver influida
sustancialmente por el Brexit? Vamos anda. Sin embargo, si uno se hubiese
dejado llevar por los medios de comunicación, así como por sus clientes
permanentes, los políticos o sea, ahora mismo estaría sumido en un horrible
estado de pesimismo, de pesadumbre, de tristeza, de abatimiento: buscando la
mejor rama del mejor árbol. Es que, según han trasmitido el evento, pareciera
que hubiese comenzado otra guerra “civil”, una más, entre europeos, que así las
calificase Madariaga. En efecto, la mañana del viernes, me dio por asomarme a
las portadas digitales de varios periódicos y hube de salir huyendo, presa del
pánico. “¡Pánico en las bolsas!”, titulaba uno. Como si todo el mundo anduviera
pendiente del Ibex 35, que no sé lo que es, ni falta que me hace. Poco más y
anuncian en directo el apocalipsis, palabra bellísima por cierto.
Ahora
resulta que va a tener razón Juan Manuel de Prada, que anteayer mismo, luego de
lanzar en la radio las invectivas más gordas posibles contra la Gran Bretaña
(le deseaba todos los males, por los muchos que causó a España a lo largo de la
historia), acabó diciendo algo que no me satisfizo nada: que la Unión Europea
funciona sólo con criterios economicistas. No iba el hombre muy desencaminado:
en la tele, sólo entrevistaban a señores que hablaban de dinero. Como si no
hubiese aspectos mucho más importantes que ése, dónde va a parar. Menos mal que
al menos hubo uno que dijo que la globalización podrá con todas las barreras.
He hablado
antes de los medios y sus corifeos de los desastres, entre los cuales ocupan un
lugar muy destacado los políticos, sobre todo en campaña electoral que es donde
alcanzan su cénit (entre nosotros, siempre). Son tan desvergonzados estos
señores (desvergonzado: que han perdido la vergüenza), que con tal de meterle
el dedo en el ojo al adversario, son capaces de ‘elevar’ los problemas de
España, décima potencia económica del mundo, a niveles de república
centroafricana. “Algo habrá bueno en España”, dijo el otro día Mariano. Calla
hombre, calla. Pregúntenle a Pedro o a Pablo o a Albert. Pues yo se lo digo:
España es un país tan hecho y tan derecho que funciona sin gobierno.