Que existe una disyunción/disociación entre los parlamentarios, la "casta", que decía, ya no
tanto, Pablo Iglesias, y la "gente", que dice el mismo Pablo con toda la boca llena de demagogia,
es algo que saben hasta los afroamericanos, antes negros, con perdón. Me explico. Ni en la
monográfica sesión parlamentaria del miércoles, ni en la plural e interminable sesión del jueves, ni
en los discursos de trámite de hoy sábado cuando escribo, en que el señor Mariano acaba de ser
investido presidente, nuestros representantes en el parlamento de la Nación han hecho alusión
alguna a las cosas que verdaderamente le interesan a la gente, a la gente, Pablo: ni una palabra
sobre el embarazo de Michu, la novia de Luis Fernando, con el cabreo que tiene el viudo de La
Más Grande, sí; ni una mención siquiera al nuevo ingreso hospitalario de María José Campanario,
con la cara de disgusto que tenía su madre cuando era perseguida por los reporteros de
"Corazón, Corazón", ese impagable servicio público de Rtve; ni una simple referencia a la puesta
en libertad definitiva de la reina de la copla, Isabel Pantoja, tonadillera le llaman los analfabetos de
la tele (yo que Isabel, al primero que me llamase así, le tiraría con el micro); ni palabra sobre la
boda de su hijo Paquirrín; ni una sola palabra sobre Maite Zaldívar, ya en el tercer grado
penitenciario, que tiene clavada una espina: la mujer que le robó el corazón de su marido, Julián
Muñoz, que aún cumple penosa condena: "Esa mujer me causa un dolor de estómago horroroso",
dice de Isabel Pantoja. Etcétera.
Alguien pensará que les estoy tomando el pelo. Ni hablar. Para tomadura de pelo, lo de los
mentados representantes del pueblo, que se comportan como niños. Comenzando por la parte de
arriba, bien está que después de unas elecciones, cada tres o cuatro años, los jefes de los
partidos pasen por La Zarzuela, perdón, Zarzuela, para rendir visita de cortesía a su majestad (no
sirven para otra cosa), pero hombre, cinco veces en diez meses, a quince salutaciones la tirada,
me parece una pasada; mareado me tienen a don Felipe, que eso es le que le dice a doña Letizia
cuando se sientan a la mesa: "Estoy mareadito, cariño. Qué suerte tuvo mi padre: diez veces en
cuarenta años". ¿Y qué me dicen de los numeritos de Pablo? (él no sabe que arremangado así
parece un legionario de los que levantan a Cristo en Semana Santa). ¿Ustedes creen que los
problemas de la gente se arreglan calificando de potenciales delincuentes a los parlamentarios?
Vamos anda. Sí, ya sé que hay muchos que le votan porque los de la "casta" habían llevado la
situación a un grado de putrefacción insostenible, pero estarás conmigo, Pablo, en que lo tuyo no
tiene un pase. Y no me vengas con cuentos de los tuyos, que yo también tengo muchas lecturas y,
además, conozco al personal mucho mejor que tú, dónde va a parar (cuando quieras saber algo,
sólo tienes que llamarme). Y ya para acabar de glosar tanto comportamiento infantiloide, a ver
quién es el guapo que me explica cómo un partido vota "no" un jueves a Rajoy, y dos días
después se abstiene mayoritariamente. Pedro Sánchez llorando como un niño, nuevo Boabdil, en
fin.
tanto, Pablo Iglesias, y la "gente", que dice el mismo Pablo con toda la boca llena de demagogia,
es algo que saben hasta los afroamericanos, antes negros, con perdón. Me explico. Ni en la
monográfica sesión parlamentaria del miércoles, ni en la plural e interminable sesión del jueves, ni
en los discursos de trámite de hoy sábado cuando escribo, en que el señor Mariano acaba de ser
investido presidente, nuestros representantes en el parlamento de la Nación han hecho alusión
alguna a las cosas que verdaderamente le interesan a la gente, a la gente, Pablo: ni una palabra
sobre el embarazo de Michu, la novia de Luis Fernando, con el cabreo que tiene el viudo de La
Más Grande, sí; ni una mención siquiera al nuevo ingreso hospitalario de María José Campanario,
con la cara de disgusto que tenía su madre cuando era perseguida por los reporteros de
"Corazón, Corazón", ese impagable servicio público de Rtve; ni una simple referencia a la puesta
en libertad definitiva de la reina de la copla, Isabel Pantoja, tonadillera le llaman los analfabetos de
la tele (yo que Isabel, al primero que me llamase así, le tiraría con el micro); ni palabra sobre la
boda de su hijo Paquirrín; ni una sola palabra sobre Maite Zaldívar, ya en el tercer grado
penitenciario, que tiene clavada una espina: la mujer que le robó el corazón de su marido, Julián
Muñoz, que aún cumple penosa condena: "Esa mujer me causa un dolor de estómago horroroso",
dice de Isabel Pantoja. Etcétera.
Alguien pensará que les estoy tomando el pelo. Ni hablar. Para tomadura de pelo, lo de los
mentados representantes del pueblo, que se comportan como niños. Comenzando por la parte de
arriba, bien está que después de unas elecciones, cada tres o cuatro años, los jefes de los
partidos pasen por La Zarzuela, perdón, Zarzuela, para rendir visita de cortesía a su majestad (no
sirven para otra cosa), pero hombre, cinco veces en diez meses, a quince salutaciones la tirada,
me parece una pasada; mareado me tienen a don Felipe, que eso es le que le dice a doña Letizia
cuando se sientan a la mesa: "Estoy mareadito, cariño. Qué suerte tuvo mi padre: diez veces en
cuarenta años". ¿Y qué me dicen de los numeritos de Pablo? (él no sabe que arremangado así
parece un legionario de los que levantan a Cristo en Semana Santa). ¿Ustedes creen que los
problemas de la gente se arreglan calificando de potenciales delincuentes a los parlamentarios?
Vamos anda. Sí, ya sé que hay muchos que le votan porque los de la "casta" habían llevado la
situación a un grado de putrefacción insostenible, pero estarás conmigo, Pablo, en que lo tuyo no
tiene un pase. Y no me vengas con cuentos de los tuyos, que yo también tengo muchas lecturas y,
además, conozco al personal mucho mejor que tú, dónde va a parar (cuando quieras saber algo,
sólo tienes que llamarme). Y ya para acabar de glosar tanto comportamiento infantiloide, a ver
quién es el guapo que me explica cómo un partido vota "no" un jueves a Rajoy, y dos días
después se abstiene mayoritariamente. Pedro Sánchez llorando como un niño, nuevo Boabdil, en
fin.