Circula por ahí un interesantísimo vídeo, no sé de cuándo (a mí, como la
luz de una estrella lejana que tal vez ya no exista, me llegó ayer, por ende lo
de hoy), cuyo protagonista es nuestro ilustre paisano, Luis Pastor, en el que, en
un extenso, pero ingenioso poema, socapa de respuesta a la pregunta “qué fue de
los cantautores”, tantas veces escuchada, le da un buen repaso a la más
reciente historia de España, y del cual entresaco las siguientes palabras: “Patriotas
de bandera, españoles de primera, de la España verdadera, aquella tan noble y
fiera que a otra media asesinó”. Quietos ahí.
No hay nada que más me indigne, me repugne,
me saque de quicio, que el sectarismo, la tergiversación, la manipulación y por
ahí seguido: “… que a otra media asesinó”. En efecto, todo el mundo sabe que en
el llamado bando nacional se asesinó a mansalva, pero es que cualquiera que
haya leído algo, por fuerza tiene que saber que los del Frente Popular no
fueron monjitas de la caridad precisamente: cometieron los mismos desmanes que
los otros, o más, (pero hombre, si lo dice hasta Cela, que combatió en el bando
de los ‘malos’), con la diferencia de que, como en todas las guerras, el bando
vencedor continuó durante décadas por la infame vereda de la represión. Nunca
podremos saber, ucronía se llama esa figura, qué hubiera pasado de haber ganado
los ‘buenos’, aunque algo se puede inferir de la opinión de un tal Manuel Azaña,
recogidas que fueran por el único represaliado no resentido que he conocido en
mi vida, don Julián Marías: “Una España en que triunfara el bando que él mismo
presidía, sería inhabitable”, dijo. Ahí queda eso.
Dicho lo cual, cada vez estoy más convencido de que la visión sesgada de
la guerra del 36 es una constante vital entre la intelectualidad de izquierdas
(al día de hoy, no conozco ninguna excepción): forma parte de su ADN, que se
dice mucho ahora, sin saber los pobres, analfabetos científicos, qué sea la
molécula de ADN. Ah, cuántas veces me la metieron doblado cuando joven; pero a
mi edad, ya no me entra: ni siquiera cuando el que lo intenta es mi maestro Manuel
Vicent, escritor-columnista tan brillante, tan admirado, tan leído, que tampoco
lo puede remediar. Atentos a lo que dice sobre la revolución de Asturias: “El
general Franco mandó a la cuenca minera al general López Ochoa con dos tabores
del Tercio de Regulares de África, compuestos de tropas moras para reprimir con
la máxima dureza el alzamiento. ( ) El general Franco se encargó de que los
moros traídos expresamente desde Marruecos pisaran Asturias y llegaran hasta
Covadonga para matar españoles”. ¿A que parece que aquello sucedió durante la
dictadura? Pues no señor: no dice ni una palabra sobre que la huelga general
revolucionaria se hizo contra la República, presidida a la sazón por don Niceto
Alcalá Zamora, cuyo jefe de gobierno era Alejandro Lerroux, y Franco un general
al servicio de la legalidad republicana; y claro, no dice tampoco que el
general López Ochoa sería pasado por las armas nada más iniciarse el golpe
militar del 36 y posteriormente decapitado.
(Perdonen que escriba de esto en Navidad, pero es que el sectarismo me
pone malito).