Lo dijo el otro día, “Globos” del cine, la muy asombrosa, la muy maravillosa, la muy extraordinaria, la muy todo, Meryl Streep, que, a lo que se ve, no nos ha salido muy trampera, de Trump quiero decir: “Hollywood está lleno de extranjeros y foráneos, y si los echan a todos, se van a quedar sin nada que ver más que fútbol y artes marciales.” Ya salió: ¡el fútbol! Sí, ya sé que los americanos llaman fútbol a una cosa muy distinta, pero para el caso es igual. Meryl se lo espetó a Trump por sus declaradas intenciones de expulsar a no sé cuantos miles de extranjeros. Yo, en mi insignificancia, se lo escribí a Pepa Fernández, “la morenita guapa, brillante y veloz como un relámpago” (profesor Marina dixit) el día que hubo de interrumpir a regañadientes su programa semanal, “No es un día cualquiera”, porque había que ¡radiar! un partido de la selección: “Los del fútbol nos llevan de nuevo a Atapuerca”. “Totalmente de acuerdo”, me contestó. Que nos llevan de cabeza a las cavernas, es algo que saben hasta los negros, ahora afroamericanos. ¿Que falta perspectiva histórica? Desde cuándo una profecía necesita perspectiva. Eso se lo dejo al filósofo polaco recién muerto (que de filósofo tiene muy poco: se le entiende todo), Zygmunt Bauman, el de la “modernidad líquida”, que se niega a usar el término postmodernidad porque “falta perspectiva histórica para dar por terminada la modernidad”.
Mientras eso llega, que llegará, lo de Atapuerca me refiero, pasaremos por una fase de transición, fase por la que ya pasan los americanos con su fútbol: la desaparición de la clase media cultural. Me explico: en EEUU existe una élite que sabe latín (“la inmensa minoría”, que hubiera dicho Juan Ramón), y una inmensa mayoría de semianalfabetos, morralla pata negra, a los que lo único que les interesa es ver fútbol americano mientras se ‘jartan’ de palomitas. Eso mismo está empezando a suceder ya en España. ¿Que no? Busquen en youtube el vídeo de los concursantes de “Ahora caigo”, que luego de darles toda suerte de pistas, no supieron que les estaban preguntando por la guerra civil del 36. O la jovencita que no supo que el “Príncipe de los ingenios” era escritor. ¿Quieren otro dato que abala sobremanera mi profecía? Ahí va, tan fresquito como el tiempo: cuatro de cada diez españoles no lee jamás un libro. Toma ya. Me habría gustado mucho que el estudio hubiera indagado en la relación entre lectura y fútbol. Pero no me hace falta: me imagino el resultado.
¿Que a mí no me gusta el fútbol? Quién dice eso. Fíjense si me gusta, que me trago enteritos los resúmenes de todos los partidos de cada jornada: ¡unos diez minutos! Y me sé de memoria, incluso antes de que las hagan, las declaraciones del pre y postpartido. Vean si no. Pre: “Va a ser un partido difícil, pero vamos a salir a darlo todo”. Post: “Hemos tenido nuestras oportunidades y no las hemos aprovechado”. Ah, y el mejor de toda la historia ha sido Guti.
Por supuesto, los pobres futbolistas no tienen la culpa. La tiene esa caterva de periodistas, ¡erigidos en modernos gurús!, que han elevado el fútbol a la categoría de religión. Y a los “coceadores artísticos” en ídolos sociales.
Meryl, te amo.