Yo no
sé a cuento de qué los medios de comunicación han formado semejante follón con la
cabalgata de los Reyes Magos de Vic: el itinerario constelado de farolillos
estelados y todo eso. Dicen las escrituras que los Magos de Oriente fueron
guiados hasta el portal de Belén por una estrella, que, según cálculos
matemáticos, bien pudo haber sido el cometa que siglos más tarde descubriera el
astrónomo británico, Edmund Halley, y que nos visita cada setenta y tantos años:
el cometa Halley, o sea (desde luego, la abundantísima y riquísima iconografía
al respecto no lo desmiente). Si de una estrella guiadora se trata, que así
reza el villancico popular (“una estrella guiadora se ha presentado en Belén”),
qué importancia ha de tener que los ciudadanos de Vic, o sea, los vicenses
(también vigitanos, vigatanos, ausenses, ausetanos, ausonenses), hayan querido
guiar a tan ilustres visitantes con la estrella ya prevenida en su bandera
identitaria (“una espuerta de cal ya prevenida”, dice Lorca en la elegía a Sánchez Mejías). ¿Es acaso menos digno dicho cometido que inundar de ellas un estadio
de fútbol, aunque, en honor a la verdad, todos los jugadores del equipo local sean
catalanes de pura cepa, empezando por el portero, Ter Stegen, del Prat de
Llobregat, y acabando por Messi, del Port del Rosari? Por cierto, Messi no
hablará con soltura el español, pero el catalán, lo que se dice el catalán, lo
habla que es un primor.
Pues eso, que son ganas de marear. El personal
la ha cogido con los independentistas catalanes y se lanzan en tromba a por
ellos ante cualquier cosita de nada. Díganme por qué ha de ser considerado como
un acto de politización el uso de las banderas esteladas para tal cometido.
Bueno, dejémonos de circunloquios y vayamos
al grano.
Como recordarán, el pasado verano, en una
universidad de verano (no iba a ser invierno, si era en pleno agosto), en
Arenys de Munt, los investigadores del llamado Institut Nova Història dieron a
conocer al mundo entero que grandes iconos de la historia universal fueron en
realidad catalanes, pero que un fraude de siglos los convirtió en españoles.
Agárrense que vienen curvas: Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Leonardo da
Vinci, Américo Vespucio, Santa Teresa de Jesús, el Lazarillo de Tormes, y lo
que es más sorprendente para nosotros los extremeños: ¡Hernán Cortés también
era catalán! Dios mío, cómo se ponen las cabezas con la caló.
Pero aún falta lo mejor.
En efecto, aparte lo de los farolillos, que
algunos han calificado de independentistas, como si un farolillo pudiese tener
ideología, a falta de unos flecos que lo confirmen definitivamente, estoy en
condiciones de darles una primicia mundial. El próximo verano, que está a la
vuelta de la esquina, los investigadores del Institut Nova Història darán a conocer,
urbi et orbe, lo que aquí les adelanto: ¡los Reyes Magos eran originarios de
Catalunya! Por lo visto, como buenos catalanes, de muy jóvenes marcharon a
tierras lejanas en busca de fortuna, y una vez llenos de riquezas, quisieron
hacer como todos los nuevos ricos (que me lo digan a mí): dar una pátina aristocrática
a su humilde linaje. Y qué mejor para ello que presentarnos cargados de
presentes ante el Niño Dios, se dijeron. En fin, aunque Catalunya nunca fue un
reino, sí tuvo sus reyes.