El título es la paráfrasis de una cosa que escribí hace veintitantos años: “Hacienda la cutre”. Así que, aunque suene mal, aunque la sintaxis chirríe, ustedes disimulen. Es que son historias paralelas: lo mío de antaño con Hacienda y lo de don Mariano hoy con la Justicia. Como saben, a don Mariano le han dicho los jueces que nada de declarar (como testigo: sobre la Gürtel o como se diga) por videoconferencia, tal que había solicitado; que ha de hacerlo en vivo y en directo. Ni que decir tiene que, nada más saltar la noticia, los medios de comunicación empezaron a echar humo, dándole la razón, una vez más, a Muñoz Molina, que el otro día se quejaba el hombre de la excesiva/masiva presencia de la cosa política en los medios, en detrimento de otros asuntos no menos importantes. Nauseabunda presencia, diría yo. Ah, y lo que es más lacerante: con tratamiento de primera para actores de tercera. Para botón, una muestra: ¿recuerdan la que se montó con/por la destitución del presidente de una diputación provincial, perdón, de una CCAA? De Murcia hablo.
Al grano.
En Londres, en Atenas, en París. En esos
tres lugares había yo pagado alguna cosilla mediante la tarjeta del banco, cuando
en esto que un buen día, abril 1994, me presento en Hacienda a hacer un pago
trimestral. ¿Le hago una transferencia? (la tarjeta ni se me ocurrió mentarla).
Tiene que hacerlo en efectivo. Y tuve que volver con las 7.857 pesetas. Como lo
oyen. ¿Entienden ahora lo de “Hacienda la cutre”? Pues eso mismo es lo que ha
pasado con usted, don Mariano. ¿Inquinas de jueces de izquierdas, como ha insinuado
algún deslenguado? Ni hablar. Cutres que son sus señorías. Con el tiempo, Hacienda
acabaría asumiendo la civilización cibernética, claro. Pues lo mismo pasará en
el mundo de la judicatura, señor Rajoy: dentro de no mucho tiempo, cuando haya
de volver a declarar (¡tantos son los frentes que su partido tiene abiertos!),
ni siquiera tendrá que solicitar la videoconferencia. Será lo normal.
Sin
embargo, siento nostalgia de cuando había que pagar en efectivo: cada vez que tengo
que perder media mañana en la cola de un banco a fin de pagar las tasas de la
ITV (hablo de Cáceres). Medio millón de funcionarios (no cabe uno más en Mérida)
trabajando en la Junta y, al día de hoy, no ha habido nadie capaz de inventar
una forma sencilla de pago a ese respecto. Amable y desocupado lector: usted ya
puede pagar la declaración de la renta, quién lo hubiera dicho, por internet; o
incluso una multa de tráfico, que acabo yo de pagar una (de mi mujer; que no se
entere). Los lumbreras de la Junta, ni siquiera permiten eso: ¡a la cola del
banco! “Acercar la administración a los ciudadanos”, dicen a boca llena los
prosélitos del Estado de las Autonomías (pirañas autonómicas les llaman otros).
Si en lugar de acercarla la hubiesen alejado, a Nueva Zelanda tendríamos que haber
ido a pagar la ITV. Vergüenza me daría a mí, señor Vara. Pues sepa usted que no
sólo de las cosas del partido vive el hombre.
En fin, don Mariano, no haga caso de
habladurías: le han tocado jueces “inofensivos”, pero de mediados del XIX, los
pobres.