DESCAFEINADO PARA TODOS
Agapito Gómez Villa
“Un PNV para Extremadura”, titulaba el otro día lo suyo el buen cronista José R. Alonso de la Torre, en el que venía a decir que qué bien nos hubiera venido a los extremeños tener un partido regionalista (con algo parecido a Nueva Canaria nos hubiéramos conformado), para haber vendido caros nuestros votos a la hora de aprobar unos presupuestos o para investir/desvestir a un candidato, tal acaba de hacer por enésima vez el PNV, que desde tiempos inmemoriales viene chuleando al gobierno de España (550 millones fue el precio del último chantaje a Rajoy; ¿a cuánto habrá ascendido la entronización de Pedro?), al igual que siempre hicieron los nacionalistas catalanes, a costa siempre de la regiones más desfavorecidas, claro.
Y es entonces cuando a mí me entra de todo, quiero decir que me indigno como un antropoide, el que llevamos dentro, y me pongo a blasfemar como un poseso, eso sí, para mis adentros. Y me entra de todo, no contra los partidos nacionalistas, que hacen lo que se les permite y algo más, para favorecer a su parroquia, sino contra el legislador que creó el sistema de las autonomías (dicen que entre Roca y Herrero de Miñón), fuente de toda desigualdad y causa princeps de la disgregación de España en reinos de taifas. Desigualdad: la renta per capita del País Vasco es el doble que la de Extremadura. Disgregación: la irresoluble crisis independentista en Cataluña, perdón, Catalunya, y lo que te rondaré morena.
Lo más indignante de todo es que nos han querido vender la moto de que los gobiernos autonómicos son la representación del Estado en las respectivas comunidades. ¡Serán cretinos! Díganselo a Puigdemont o al Urkullu de turno (Torra es un ‘supernazista’, aprende Alfonso), verán qué cara ponen. Eso puede ser cierto en las comunidades sin sentimiento nacionalista, Extremadura, Castilla-La Mancha et all., pero no en las llamadas nacionalidades históricas y no tan históricas, que Valencia y Baleares van por el mismo camino, so tontos, perdón, so torpes, que veis menos que un gato de yeso, me refiero a la clase política en general, que se creen los reyes del mambo, sólo porque tienen poder, sí, tú también Felipe, excepción sea hecha de Zapatero, hombre providencial (no provincial, ojo), fuente de toda gloria actual, cuyo laico advenimiento debemos a la obediente representación extremeña (Jaime Campmany), que a última hora decidieron votarlo por desavenencias entre Ibarra y el otro contendiente, Bono.
Total, que el sistema autonómico sólo ha servido para que las CCAA anden echándole un pulso permanente a la Nación. ¿Que no? Pero hombre, si el Constitucional no hace otra cosa que resolver litigios entre las regiones y el Estado. O viceversa. ¡Y eso que las CCAA son Estado! Pues anda, que si no lo fueran.
¿Que cuál es la solución? "Café para todos" dijo el ministro Clavero Arévalo cuando se decide dividir España en reinos de taifas. Pues bien, como por ahora es imposible/impensable, aunque indispensable, suprimir el ´café´, yo empezaría por descafeinarlo vía ley electoral: ¡todos al 5% nacional mínimo! Así se evitaría el bochornoso chantaje de los partidos nacionalistas, que no sólo se lo llevan a manos llenas, sino que ¡su fin último es la independencia!, manda huevos. ¡Pero qué broma es esa!
¡Descafeinado ya, y con mucha agua!
Agapito Gómez Villa
“Un PNV para Extremadura”, titulaba el otro día lo suyo el buen cronista José R. Alonso de la Torre, en el que venía a decir que qué bien nos hubiera venido a los extremeños tener un partido regionalista (con algo parecido a Nueva Canaria nos hubiéramos conformado), para haber vendido caros nuestros votos a la hora de aprobar unos presupuestos o para investir/desvestir a un candidato, tal acaba de hacer por enésima vez el PNV, que desde tiempos inmemoriales viene chuleando al gobierno de España (550 millones fue el precio del último chantaje a Rajoy; ¿a cuánto habrá ascendido la entronización de Pedro?), al igual que siempre hicieron los nacionalistas catalanes, a costa siempre de la regiones más desfavorecidas, claro.
Y es entonces cuando a mí me entra de todo, quiero decir que me indigno como un antropoide, el que llevamos dentro, y me pongo a blasfemar como un poseso, eso sí, para mis adentros. Y me entra de todo, no contra los partidos nacionalistas, que hacen lo que se les permite y algo más, para favorecer a su parroquia, sino contra el legislador que creó el sistema de las autonomías (dicen que entre Roca y Herrero de Miñón), fuente de toda desigualdad y causa princeps de la disgregación de España en reinos de taifas. Desigualdad: la renta per capita del País Vasco es el doble que la de Extremadura. Disgregación: la irresoluble crisis independentista en Cataluña, perdón, Catalunya, y lo que te rondaré morena.
Lo más indignante de todo es que nos han querido vender la moto de que los gobiernos autonómicos son la representación del Estado en las respectivas comunidades. ¡Serán cretinos! Díganselo a Puigdemont o al Urkullu de turno (Torra es un ‘supernazista’, aprende Alfonso), verán qué cara ponen. Eso puede ser cierto en las comunidades sin sentimiento nacionalista, Extremadura, Castilla-La Mancha et all., pero no en las llamadas nacionalidades históricas y no tan históricas, que Valencia y Baleares van por el mismo camino, so tontos, perdón, so torpes, que veis menos que un gato de yeso, me refiero a la clase política en general, que se creen los reyes del mambo, sólo porque tienen poder, sí, tú también Felipe, excepción sea hecha de Zapatero, hombre providencial (no provincial, ojo), fuente de toda gloria actual, cuyo laico advenimiento debemos a la obediente representación extremeña (Jaime Campmany), que a última hora decidieron votarlo por desavenencias entre Ibarra y el otro contendiente, Bono.
Total, que el sistema autonómico sólo ha servido para que las CCAA anden echándole un pulso permanente a la Nación. ¿Que no? Pero hombre, si el Constitucional no hace otra cosa que resolver litigios entre las regiones y el Estado. O viceversa. ¡Y eso que las CCAA son Estado! Pues anda, que si no lo fueran.
¿Que cuál es la solución? "Café para todos" dijo el ministro Clavero Arévalo cuando se decide dividir España en reinos de taifas. Pues bien, como por ahora es imposible/impensable, aunque indispensable, suprimir el ´café´, yo empezaría por descafeinarlo vía ley electoral: ¡todos al 5% nacional mínimo! Así se evitaría el bochornoso chantaje de los partidos nacionalistas, que no sólo se lo llevan a manos llenas, sino que ¡su fin último es la independencia!, manda huevos. ¡Pero qué broma es esa!
¡Descafeinado ya, y con mucha agua!