SABINA MUDO
Agapito Gómez Villa
El otro día, mi adorado Joaquín Sabina (dejemos la idolatría para Delibes y "'Su' idolatrado hijo Sisí"), concierto madrileño finalizando, se vio obligado a arrojar la toalla, léase la guitarra, y marcharse muy disgustado con la música a ninguna parte, absolutamente disfónico, o sea, completamente afónico, no es lo mismo, a decir de su guardia de corps, el inteligentísimo Pancho Varona. "En esta gira interminable he estado recorriendo pasillos de sórdidos hospitales", le había dicho minutos antes a la entregada feligresía. Hombre, Joaquín, ya sabemos que un hospital no es comparable ni tan siquiera con "el último bar que vimos abierto", pero me parece que no estuviste muy acertado a la hora de elegir el adjetivo, sórdido, hombre versado en letras que eres. Como poco, me parece una muestra de desagradecimiento hacia los nosocomios (al diccionario) en los que te arreglaron el "marichalazo", así como la reciente y extensa tromboflebitis. En ese aspecto, no estaría mal que aprendieras de tu "primo" Joan Manuel, que se deshace en lenguas cuando habla de los médicos que le trataron algún que otro cáncer.
"Envejecer es una mierda", dijiste asimismo a tu grey. Pues vaya unos ánimos que nos das a los que vamos siguiéndote los talones a dos pasos (y tres meses). Lo cual que aquí tampoco estuviste acertado: no creo que haya un vocablo más repugnante, repulsivo, asqueroso, deleznable, despreciable, maloliente, malsonante, en todo el diccionario que la palabra mierda. Por otra parte, si, como dices, envejecer es una "desgracia" (así hubiera estado mejor), no te quiero contar la alternativa. A no ser que tú partícipes también de esa solemne gilipollez que dicen los simples, cada vez que muere un joven, y más si es un artista: "Los dioses los prefieren jóvenes". ¡A la mierda con los dioses!
Abundando en la cuestión, y parafraseando a mi madre ("yo sólo quiero el bien para vosotros", nos decía), yo sólo quiero el bien para ti, Joaquín. Pues bien, aunque envejecer sea una lata, si vivieses hasta los noventa, me parecerá de perlas: un Leonard Cohen sin su tristeza. No obstante, he de decirte que, cuando el "marichalazo", escribí que lo ideal habría sido que te hubieses muerto entonces. ¿Por los dioses? A los dioses que les vayan dando. Por otra cosa: estoy completamente seguro de que, cuanto antes te mueras, antes subirás a los altares laicos, ¡santo súbito!, adonde acudiremos tus epígonos a rezarte contritos, cuan Bob Marley de Úbeda. (Ni se te ocurra consentir que te incineren: no nos hagas esa p...) ¿Que estoy exagerando? De eso ni 'parler'. Yo, como María Dolores Pradera, casi nadie, también te llamo genio, aunque no faltará quien diga que algunas de tus canciones no valen dos euros. De acuerdo. "Tiene poemas sublimes, aunque también los tiene detestables", dice Dámaso Alonso del inmenso Juan Ramón. Talmente Joaquín, cuyas veinte mejores canciones, al menos, quedarán para siempre en el corazón musical de millones de hispanohablantes.
Ah, y me alegro de que no te consideres "el Dylan español". Si acaso, sería al revés. Dylan no tiene h... para tocar/tratar, como tú has hecho, todos los 'palos' de la anchurosa hispanidad, sevillanas incluidas: impagables "Ratones coloraos" de tu amigo Jesús Quintero: imposible más gracia y más ingenio.
Lo dicho: a mejorarse o, en su defecto, la gloria civil eviterna.