RUFIÁN Y EL NÓBEL DE LA PAZ
Agapito Gómez Villa
A mí es que Rufián me tiene embobadito. Cada vez que lo veo batiéndose el cobre por su tierra natal, Catalunya, perdón, Cataluña, es que Arcadi Espada ha escrito un libro titulado “Contra Catalunya”, que así lo escribiera siempre aquel escritor-cocinero y charnego, Vázquez Montalbán, les decía que cuando veo a Gabrielillo, se me abren las carnes: con esa pinta que ostenta de 'saltador de pértiga noruego', portador de purísimo ADN catalán, como corresponde a un vástago de jienense y granadina, o al revés. El otro día hasta se atrevió a criticar al presidente de su predio, el tal Torra: “Los ultimátums los carga el diablo”, comentó, ufano. Si tú supieras, Gabriel, la consideración que en el fondo te tienen los que llevan “ocho apellidos catalanes”.
“Usted ha nacido en Cataluña, pero no es catalán”, le dijo una vez Jordi Pujol, el tío más malo del mundo, a Josep Borrel. Si eso le dijo a ‘Pepe Borrella’, qué no dirá de ti, Gabrielillo. Ítem más: en un libro que don Jordi publicase tiempo ha (reeditado en 1976), dejó escrito que si Catalunya (ahora sí) cayese en manos de los andaluces, sería arrasada por completo, pues que el andaluz es un ser destructivo, sin principios. Doña Marta, su esposa, no iba a ser menos. Preguntada acerca del entonces ‘president’, José Montilla, otro catalán de pura cepa cordobesa, que duplicó las multas a los tenderos que rotulaban en español, la señora contestó: “Hubiera preferido que fuese catalán”. O sea, Rufianillo, que lo tienes claro. Por eso, por tu acendrado amor a una región de España, me produces una inmensa ternura: tú no sabes la tranquilidad que me da que, como diputado a Cortes que eres, ¡nos representes a todos los españoles!, yo incluido. Lo cual que, aprovechando que estamos en días de Nóbel, he pensado pedir para ti el de la Paz: por tu afán permanente de concordia. ¿No los hay, acaso, que lo piden para Garzón? El de Literatura lo tenemos más crudo, porque, aunque persona culta, escribes poco. Además, hogaño, por culpa de una cosa sexual, no hay premio. Mejor así: el año que viene dan tres o cuatro y así sacan el atraso, tal que ya escribí en artículo precedente. ¿A ti te parece normal, Gabriel, que los grandes genios que desentrañan el mundo (físicos, químicos, fisiólogos) tengan que compartir el premio, mientras que el de Literatura se lo dan a uno solo, desconocido para medio orbe cuando menos? ¿Que no?
Atento a la jugada. Casa parisina de Pablo Neruda, presente el embajador sueco, pertrechado de champán, pues que se daba por seguro que aquel año el galardón sería para el gran poeta chileno. Mas hete aquí que el ‘gordo’ le cae a Seferis, un poeta griego, ¿muy conocido, verdad?. En esto que el embajador le dice a don Pablo: “Me van a entrevistar y no sé nada de él. ¿Me puede usted decir quién es Seferis?”. “Yo tampoco lo sé” (sic).
Y sin más, aprovecho la ocasión para decirles que los medios de comunicación están enfermos. En parte ninguna he visto resaltado como se merece el Nóbel de Medicina, concedido a los padres de una nueva vía para combatir el cáncer, de la que muchos pacientes ya se están beneficiando: la inmunoterapia. Qué te parece, Gabriel.
Agapito Gómez Villa
A mí es que Rufián me tiene embobadito. Cada vez que lo veo batiéndose el cobre por su tierra natal, Catalunya, perdón, Cataluña, es que Arcadi Espada ha escrito un libro titulado “Contra Catalunya”, que así lo escribiera siempre aquel escritor-cocinero y charnego, Vázquez Montalbán, les decía que cuando veo a Gabrielillo, se me abren las carnes: con esa pinta que ostenta de 'saltador de pértiga noruego', portador de purísimo ADN catalán, como corresponde a un vástago de jienense y granadina, o al revés. El otro día hasta se atrevió a criticar al presidente de su predio, el tal Torra: “Los ultimátums los carga el diablo”, comentó, ufano. Si tú supieras, Gabriel, la consideración que en el fondo te tienen los que llevan “ocho apellidos catalanes”.
“Usted ha nacido en Cataluña, pero no es catalán”, le dijo una vez Jordi Pujol, el tío más malo del mundo, a Josep Borrel. Si eso le dijo a ‘Pepe Borrella’, qué no dirá de ti, Gabrielillo. Ítem más: en un libro que don Jordi publicase tiempo ha (reeditado en 1976), dejó escrito que si Catalunya (ahora sí) cayese en manos de los andaluces, sería arrasada por completo, pues que el andaluz es un ser destructivo, sin principios. Doña Marta, su esposa, no iba a ser menos. Preguntada acerca del entonces ‘president’, José Montilla, otro catalán de pura cepa cordobesa, que duplicó las multas a los tenderos que rotulaban en español, la señora contestó: “Hubiera preferido que fuese catalán”. O sea, Rufianillo, que lo tienes claro. Por eso, por tu acendrado amor a una región de España, me produces una inmensa ternura: tú no sabes la tranquilidad que me da que, como diputado a Cortes que eres, ¡nos representes a todos los españoles!, yo incluido. Lo cual que, aprovechando que estamos en días de Nóbel, he pensado pedir para ti el de la Paz: por tu afán permanente de concordia. ¿No los hay, acaso, que lo piden para Garzón? El de Literatura lo tenemos más crudo, porque, aunque persona culta, escribes poco. Además, hogaño, por culpa de una cosa sexual, no hay premio. Mejor así: el año que viene dan tres o cuatro y así sacan el atraso, tal que ya escribí en artículo precedente. ¿A ti te parece normal, Gabriel, que los grandes genios que desentrañan el mundo (físicos, químicos, fisiólogos) tengan que compartir el premio, mientras que el de Literatura se lo dan a uno solo, desconocido para medio orbe cuando menos? ¿Que no?
Atento a la jugada. Casa parisina de Pablo Neruda, presente el embajador sueco, pertrechado de champán, pues que se daba por seguro que aquel año el galardón sería para el gran poeta chileno. Mas hete aquí que el ‘gordo’ le cae a Seferis, un poeta griego, ¿muy conocido, verdad?. En esto que el embajador le dice a don Pablo: “Me van a entrevistar y no sé nada de él. ¿Me puede usted decir quién es Seferis?”. “Yo tampoco lo sé” (sic).
Y sin más, aprovecho la ocasión para decirles que los medios de comunicación están enfermos. En parte ninguna he visto resaltado como se merece el Nóbel de Medicina, concedido a los padres de una nueva vía para combatir el cáncer, de la que muchos pacientes ya se están beneficiando: la inmunoterapia. Qué te parece, Gabriel.