“¡Ya viene el cortejo! ¡Ya viene el cortejo! Ya
se oyen los claros clarines,..”. ¡Ya viene el cortejo de los paladines, perdón,
de los albañiles! Lo entrecomillado es del gran Rubén Darío, del que dice
García Márquez que cómo es posible que ese indio haya podido escribir algo tan
grandioso “con la misma mano con la que se limpia el culo” (sic). Lo siguiente
es mío, claro, imaginándome la inminente llegada, piqueta en mano, de la
cuadrilla al amanecer (no del amanecer, ojo). He juntado ambas cosas para
describir el glorioso momento triunfal que, según el gobierno, será la
exhumación de Francisco Franco. Pero me da a mí que el chasco va a ser
morrocotudo: allí no está Franco, sino los “restos de Franco”, tal que el otro día señalase expresamente “El
Roto”, excelso humorista gráfico. O sea, un puñado de huesos reposando desde
hace cuatro décadas y pico. A propósito: la decepción va a ser mayor cuando
comprueben, asimismo, que los huesos del dictador ni reposan, ni descansan, ni
na de na. ¿Ustedes han visto alguna vez un hueso descansando? Vamos anda.
“Mira, un hueso reposando”. “Tú estás tonto”, respondería el otro. Lo de
reposar no es otra cosa que una metáfora, que, según Azorín, es una trampa:
“Escribir con metáforas es hacer trampa”. ¿Y ustedes creen que por una metáfora
se puede montar la que se ha montado? Me da que no.
¿Dónde rayos está, pues, Franco?
En escrito anterior, queriendo ponerme
sublime, por lo de Baudelaire y eso: “Hay que ser sublime sin interrupción”, acabé
diciendo que Franco donde está es en la historia. Y me temo que acabé haciendo el
ridículo. Pasados unos meses, se me ha ocurrido algo más sencillo, a saber: comparar
a Franco con “el gato de Schrödinger”; oiga, que ese señor fue premio Nobel de
Física, así que un respeto: metemos un gato, una partícula radiactiva y un poco
de veneno, en una caja. Pues bien, según la mecánica cuántica, al cabo de unos
segundos, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo, de lo cual nunca podremos
tener constancia, pues que, si abrimos la caja, matamos el gato. Qué dónde está
la comparación. Hela aquí: Franco está al mismo tiempo en el Infierno y en el
Cielo. ¡Y nunca podremos saber dónde! ¿Usted cree que Lucifer o San Pedro les
van a dar información al respecto? Ni sobornándoles con un millón de euros.
“Para qué quiero yo un millón de euros, si tenemos todo gratis”, dirían. De lo
que sí estoy seguro es de que ya no está en el Purgatorio: luego de tantas
misas por su alma, tiempo ha que estará en el Cielo.
Efectivamente, para las gentes de la
izquierda, Franco fue un tirano cruel y sanguinario que merece quemarse eternamente
en los fuegos infernales; por el contrario, para las gentes de la derecha fue
el hombre providencial que salvó a la patria de caer en manos del comunismo,
“el mayor desastre de la humanidad”, según el “Libro negro del comunismo”, y ya
de camino salvó la vida a miles de religiosos, que estaban siendo asesinados
como conejos. Franco está, pues, en el Infierno y en el Cielo a la vez. Anda,
Sánchez, atrévete a sacarlo de allí. Del Valle sólo vais a sacar una simple metáfora.