"LA SOLEDAD DEL REY"
Agapito Gómez Villa
Me lo regaló mi dilecto amigo, Antonio Vázquez, socialista de nacimiento, presidente que fuera de la Asamblea de Extremadura, hombre cabal donde los haya, cuya amistad me regalase junto con el libro: "La soledad del Rey", ya digo, de José Miguel Abad. Nada más comenzar su lectura, enseguida me di cuenta de que don Manuel Azaña (no le va a la zaga a Juan Ramón Jiménez, veneno puro, a la hora de poner a parir a todo bicho viviente), tenía toda la razón cuando dijo: "la mejor manera de ocultar una cosa es ponerla en un libro". En efecto, si no es por Antonio, habría tardado años en enterarme de las barbaridades que en el libro se escondían. Acostumbrado que estaba uno a la imagen de santurrón que trasmitían/traslucían de nuestro Rey los medios de comunicación, que lo sabían todo y callaban como muertos, no daba crédito a lo que iba leyendo. Y eso que tiempo atrás había leído de la pluma de Raúl del Pozo, la mayor de las barbaridades: "Al Rey no lo van a perder sus incontables amantes, sino los 300.000 millones de pesetas que se le calculan". Cuando pasados los días, vi que no había encausamiento judicial del periodista, me dije: "Aquí hay gato encerrado". ¿Un gato? Calla, mujer. ¡Un elefante!
Raúl dio en la diana en la perdición por los dineros, pero con una rubia extranjera de por medio.
No le voy yo a negar méritos al rey Emérito. Suya fue la inédita y ejemplar transición de la dictadura a la democracia, cuando pactó la cosa, mano a mano, con Santiago Carrillo (al gran Adolfo Suárez le tocó llevarse las bofetadas). A partir de entonces (concedámosle la resolución del 23-F), el hombre se dedicó a vivir del crédito personal sobrante, siendo el mejor embajador de España por esos mundos de Dios. Eso sí, no siempre rodeado de la gente más decente: Mario Conde, De la Rosa, Prado y Colón de Carvajal y por ahí seguido. ¿Se imagina, amable lector, que casi todos sus amigos hubieran tenido que pasar por el banquillo, cuando no por la cárcel?
Llegados a este punto, para quitar severidad al asunto, tengo que recurrir una vez más a un sabio andaluz, Joaquín Sabina, "Como te digo una Co, te digo la O", memorable rap: "A mí, que al Borbón le pierdan las faldas/ mire usted, chapeau/ sin hijas bastardas no habría monarquías/ lo dice hasta Ansón,/ ¿de qué come Ussía?" Totalmente de acuerdo con Joaquín. Ahora bien, cosa muy distinta es jugar con las cosas de ´manger´: la creación, según publican los periódicos, desde La Zarzuela, perdón, desde Zarzuela, de una sociedad en Suiza para evadir millones de euros, sean de donaciones o de comisiones, tanto da, se me antoja de una gravedad extrema. Sucediese antes o después de la abdicación.
¿Republicano yo? Con Pablo Iglesias, ni a recoger el euromillón.
Agapito Gómez Villa
Me lo regaló mi dilecto amigo, Antonio Vázquez, socialista de nacimiento, presidente que fuera de la Asamblea de Extremadura, hombre cabal donde los haya, cuya amistad me regalase junto con el libro: "La soledad del Rey", ya digo, de José Miguel Abad. Nada más comenzar su lectura, enseguida me di cuenta de que don Manuel Azaña (no le va a la zaga a Juan Ramón Jiménez, veneno puro, a la hora de poner a parir a todo bicho viviente), tenía toda la razón cuando dijo: "la mejor manera de ocultar una cosa es ponerla en un libro". En efecto, si no es por Antonio, habría tardado años en enterarme de las barbaridades que en el libro se escondían. Acostumbrado que estaba uno a la imagen de santurrón que trasmitían/traslucían de nuestro Rey los medios de comunicación, que lo sabían todo y callaban como muertos, no daba crédito a lo que iba leyendo. Y eso que tiempo atrás había leído de la pluma de Raúl del Pozo, la mayor de las barbaridades: "Al Rey no lo van a perder sus incontables amantes, sino los 300.000 millones de pesetas que se le calculan". Cuando pasados los días, vi que no había encausamiento judicial del periodista, me dije: "Aquí hay gato encerrado". ¿Un gato? Calla, mujer. ¡Un elefante!
Raúl dio en la diana en la perdición por los dineros, pero con una rubia extranjera de por medio.
No le voy yo a negar méritos al rey Emérito. Suya fue la inédita y ejemplar transición de la dictadura a la democracia, cuando pactó la cosa, mano a mano, con Santiago Carrillo (al gran Adolfo Suárez le tocó llevarse las bofetadas). A partir de entonces (concedámosle la resolución del 23-F), el hombre se dedicó a vivir del crédito personal sobrante, siendo el mejor embajador de España por esos mundos de Dios. Eso sí, no siempre rodeado de la gente más decente: Mario Conde, De la Rosa, Prado y Colón de Carvajal y por ahí seguido. ¿Se imagina, amable lector, que casi todos sus amigos hubieran tenido que pasar por el banquillo, cuando no por la cárcel?
Llegados a este punto, para quitar severidad al asunto, tengo que recurrir una vez más a un sabio andaluz, Joaquín Sabina, "Como te digo una Co, te digo la O", memorable rap: "A mí, que al Borbón le pierdan las faldas/ mire usted, chapeau/ sin hijas bastardas no habría monarquías/ lo dice hasta Ansón,/ ¿de qué come Ussía?" Totalmente de acuerdo con Joaquín. Ahora bien, cosa muy distinta es jugar con las cosas de ´manger´: la creación, según publican los periódicos, desde La Zarzuela, perdón, desde Zarzuela, de una sociedad en Suiza para evadir millones de euros, sean de donaciones o de comisiones, tanto da, se me antoja de una gravedad extrema. Sucediese antes o después de la abdicación.
¿Republicano yo? Con Pablo Iglesias, ni a recoger el euromillón.