LOS ESTADOS UNIDOS DE EUROPA
Agapito Gómez Villa
La primera vez que lo vi escrito, fue como un fogonazo: "Los Estados Unidos de Europa". Desde siempre, no sé por qué, tuve la intuición de que el 'sitio' de España era/es Europa, con todos los respetos para la España africana, europea de facto por ser española. El destello, sí, fue en el prólogo 'para alemanes', "La rebelión de las masas", obra señera del que fuera gran señor del pensamiento y de la prosa pulcra y elegante, limpia, brillante, bruñida, Ortega y Gasset, claro. Don José decía que la solución era "europeizar España"; a lo que Unamuno, el otro filósofo de guardia, respondió con su "españolizar Europa". Toma ya concordancia. Parece que la pareja de sabios se tomaban el chocolate de espaldas. (Y entre ambos, el español más equilibrado que he conocido, Julián Marías: "Para usted, Unamuno es un tema; para mí, es un problema", le diría don José a su discípulo más aventajado, cuando publicó un admirativo ensayo sobre don Miguel. Cosas de sabios.)
Bueno, a lo que íbamos: que los EE.UU de Europa son ya una realidad, hecha y derecha. ¿Que no? De dónde acá se hubiese presentado Pedro Tsipras (Pedro Pablo entre nosotros), en La Moncloa, con los bolsillos repletos de millones de euros, que se le iban cayendo mientras hacía el paseíllo, constelado de aplausos escolares. Un "nuevo plan Marshall: así ha calificado nuestro Pedro Varoufakis, el transcendental acuerdo a que ha llegado Europa para reconstruirse, maltrecha y herida, quién lo diría, por la acción deletérea de una partícula microscópica. Se lo perdonaremos: llevaba varias noches sin dormir. Cuando el "plan Marshall" postbélico, los dineros vinieron de allende el Atlántico norte, y España, tan menesterosa, ay, se quedaría a dos velas; ahora, empero, han venido del mismísimo corazón de Europa, de la que España es hoy una aurícula, la izquierda, claro, la Europa que ha decidido salvarse como un solo hombre. Si estos no son los EE.UU de Europa, que venga Dios y lo vea.
Tsipras, Varoufakis. ¿Se acuerdan? A la otrora célebre pareja de baile griega le parecía que todo el monte era orégano: llegaban los "hombres de negro" de Bruselas y les daban con las cuentas en las narices. Hasta que, cansados de tanto cachondeíto (hasta los muertos cobraban la pensión), les pusieron las pilas. ¿Queréis dinero? Éstas son las condiciones. Mismamente es lo que le han dicho a nuestro Jano monclovita, ya saben, mitad Pedro (Tsipras), mitad populismo, perdón, mitad Pablo (Varoufakis). ¿Quieres dinero? Muy bien: aquí lo tienes; y ahí van los deberes. Ah, y mucho cuidadito con hacer trampas.
Benditos deberes europeos, que serán la garantía para que España no se acerque al precipicio al que nos llevarían de modo irremediable las inquietantes veleidades venezolanas. ¿Que no? Y ya de camino, permitirán que los españoles sigamos al abrigo del club más selecto del mundo, sí: los Estados Unidos de Europa. Loado sea don José.
Agapito Gómez Villa
La primera vez que lo vi escrito, fue como un fogonazo: "Los Estados Unidos de Europa". Desde siempre, no sé por qué, tuve la intuición de que el 'sitio' de España era/es Europa, con todos los respetos para la España africana, europea de facto por ser española. El destello, sí, fue en el prólogo 'para alemanes', "La rebelión de las masas", obra señera del que fuera gran señor del pensamiento y de la prosa pulcra y elegante, limpia, brillante, bruñida, Ortega y Gasset, claro. Don José decía que la solución era "europeizar España"; a lo que Unamuno, el otro filósofo de guardia, respondió con su "españolizar Europa". Toma ya concordancia. Parece que la pareja de sabios se tomaban el chocolate de espaldas. (Y entre ambos, el español más equilibrado que he conocido, Julián Marías: "Para usted, Unamuno es un tema; para mí, es un problema", le diría don José a su discípulo más aventajado, cuando publicó un admirativo ensayo sobre don Miguel. Cosas de sabios.)
Bueno, a lo que íbamos: que los EE.UU de Europa son ya una realidad, hecha y derecha. ¿Que no? De dónde acá se hubiese presentado Pedro Tsipras (Pedro Pablo entre nosotros), en La Moncloa, con los bolsillos repletos de millones de euros, que se le iban cayendo mientras hacía el paseíllo, constelado de aplausos escolares. Un "nuevo plan Marshall: así ha calificado nuestro Pedro Varoufakis, el transcendental acuerdo a que ha llegado Europa para reconstruirse, maltrecha y herida, quién lo diría, por la acción deletérea de una partícula microscópica. Se lo perdonaremos: llevaba varias noches sin dormir. Cuando el "plan Marshall" postbélico, los dineros vinieron de allende el Atlántico norte, y España, tan menesterosa, ay, se quedaría a dos velas; ahora, empero, han venido del mismísimo corazón de Europa, de la que España es hoy una aurícula, la izquierda, claro, la Europa que ha decidido salvarse como un solo hombre. Si estos no son los EE.UU de Europa, que venga Dios y lo vea.
Tsipras, Varoufakis. ¿Se acuerdan? A la otrora célebre pareja de baile griega le parecía que todo el monte era orégano: llegaban los "hombres de negro" de Bruselas y les daban con las cuentas en las narices. Hasta que, cansados de tanto cachondeíto (hasta los muertos cobraban la pensión), les pusieron las pilas. ¿Queréis dinero? Éstas son las condiciones. Mismamente es lo que le han dicho a nuestro Jano monclovita, ya saben, mitad Pedro (Tsipras), mitad populismo, perdón, mitad Pablo (Varoufakis). ¿Quieres dinero? Muy bien: aquí lo tienes; y ahí van los deberes. Ah, y mucho cuidadito con hacer trampas.
Benditos deberes europeos, que serán la garantía para que España no se acerque al precipicio al que nos llevarían de modo irremediable las inquietantes veleidades venezolanas. ¿Que no? Y ya de camino, permitirán que los españoles sigamos al abrigo del club más selecto del mundo, sí: los Estados Unidos de Europa. Loado sea don José.