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UN SANTO JUNTO AL REY EMÉRITO Agapito Gómez Villa Se me ocurrió la otra noche, viendo a un saltarrostro, animalito desagradable donde los haya, realizando su benéfica labor: zamparse los mosquitos con una destreza cuasi artística. Como es sabido, todos los seres vivos, por muy repulsivos que nos resulten, tienen su cometido en la naturaleza. ¡Pablo Iglesias! No me digan ustedes que hoy no hubiese agradecido don Juan Carlos haber tenido a su lado, desde el principio de su reinado, a una víbora, perdón, a un santo como Pablo Iglesias. Un santo, sí. Aunque cueste trabajo creerlo. Pablo, con esos andares de pistolero que desenfunda el primero, es un hombre que no conoce la maldad, ni la mentira, ni el cinismo, ni la impostura, ni nada de nada. Por no conocer, no conoce ni a Maduro. Por no saber, no sabe ni para qué sirven las tarjetas de los móviles. Bueno, algo sabe: algunas citas de Engel y otras tantas de Marx, que las usa para adornarse un poquito en los mítines y quedar con la boca abierta a la concurrencia, con su verbo apostólico encendido. Pablo, sin tener ni barruntos del particular, ha hecho suya la enseñanza del Eclesiastés "Quien añade sabiduría, añade sufrimiento". En suma: Pablo, don Quijote con coleta, no necesita otro bagaje para llevar a cabo su misión sobre las tierras de España: desfacer entuertos y proteger viudas, en su caso solteras (que se lo pregunten a Dina). En fin, que si don Juan Carlos hubiese tenido a su vera, parlamentaria o no, a un Pablo Iglesias, hoy no estaría dando tumbos ancianos por esos mundos de Dios. ¿Habría consentido Pablo, monárquico hasta la médula, que el rey de la "Santa Transición" (Umbral dixit) se hubiese deslizado un pelín en sus cuentas borbónicas? Calla, mujer. En cuanto Pablo se hubiese enterado de las cosas que todo el mundo sabía, -¿que no?, vamos, no me sean ingenuos- le hubiese sacado los colores a los decolorados y tibios parlamentarios, y ya de camino al monarca. "Porque eres tibio, te vomito", dijo Jesucristo. Con un Pablo Iglesias en activo, ni por asomo se hubiese atrevido Felipe Gónzalez a decir lo que dijo, que lo vi yo en la tele, prognatismo labial de la acritud en ristre: "Había que conseguirle una fortunita al rey". El pollo que hubiese montado Pablo habría sido de época. Aunque de ello no se hubiese seguido ninguna consecuencia legal/penal: ¡el rey es inviolable!, que digo yo que bien podrían haber elegido otra palabrita: inimputable, por ejemplo. A propósito de la inviolabilidad del rey. Siempre me pareció que los que merecían ser violados son los que pusieron en la Constitución, que digan lo que digan, hace aguas por todas partes (ah, la funesta ley electoral y los partidos nacionalistas/independentistas), decía que los que hubieran merecido una violación al uso son los que acordaron que el rey fuese inviolable. Ahí tenéis las consecuencias: so cegatos, so insensatos. San Pablo Iglesias, ruega por nosotros.

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