UNA HISTORIA CERVANTINA
Agapito Gómez Villa
Cada vez que leo algo de Cervantes, me trastoca todos los planes columnarios (de la columna). Tenía yo bien pergeñado el asunto de esta semana, y va el Manco de Lepanto, ése sí que pasó crisis económicas y de las otras, y nunca se quejó, y va, decía, y me pone patas arriba lo ideado: un ensayo sobre cómo los antaño preteridos informadores de la socioeconomía se han ido adueñando de los medios en general y de la prensa en particular, de modo y manera que hoy no eres nadie en el mundo del periodismo, si no hablas del estado de la cosa: ruinoso, por supuesto. En efecto, cuando yo era mozo, había una sección en los periódicos intitulada "Economía y Trabajo", que venía en las páginas de atrás, cerca de los deportes y por ahí. Pues bien, prueba de lo que digo es que, en estos días pandémicos, la noticia princeps no es la cara A del virus (contagiados, ingresados, hospitalizados y por ahí seguido), sino la cara B, o sea, los destrozos que el mismo ha producido sobre el tejido económico, que ganas me entran de confinarme de nuevo, no huyendo del 'corona', no; sino del fin del mundo que pronostican los informadores de la sección en cuestión, que dado su cariz actual (anteayer llegó a límites paroxísticos), yo la titularía "Ruina y Paro", o "Hambre y miseria". O todo junto.
¿Que yo estoy negando el cierre de miles de empresas? Calla, mujer. ¿Que yo estoy negando que el paro va a llegar al 30%? Calla, hombre. Yo lo que pretendo es criticar sañudamente el ensañamiento apocalíptico que ciertos sabios idiotas (no son incompatibles) trasmiten día sí y día también. Pero no crean que todos los expertos son cretinos, no. Mire lo que me dijo cuando la crisis anterior, que tampoco fue manca, uno que era normal: "Mira, Agapito: los problemas económicos de España son los de un país rico". ¿Es pobre, acaso, la cuarta economía del euro? No busque usted por ahí fuera: ¡somos nosotros! Pues según los agoreros, somos los más desgraciados del mundo.
Desocupado y paciente lector, fíjese si seremos pobres, que miles de mujeres y hombres provenientes de países opulentos tienen que venir a realizar los trabajos que los millones de desempleados españoles no pueden hacer, porque su inanición física se lo impide. Pero no crea usted que está todo perdido. En contra de lo que piensan los amargados acomodados, hay un rayo de esperanza. Y aquí es donde aparece la verdadera, veraz y verídica 'aventura' cervantina (digna de ser glosada por Cervantes), y que no ha sido recogida por ningún medio de comunicación. Ninguno. Sucedió no ha muchos días en Almería. Cierto ciudadano del lugar, cuando se dirigía a cobrar el "ingreso mínimo vital", giró sobre sus pasos y se fue a pedir trabajo a los invernaderos donde trabajan los temporeros. Por lo visto, para no levantar sospechas, simuló el habla de los rumanos.
Agapito Gómez Villa
Cada vez que leo algo de Cervantes, me trastoca todos los planes columnarios (de la columna). Tenía yo bien pergeñado el asunto de esta semana, y va el Manco de Lepanto, ése sí que pasó crisis económicas y de las otras, y nunca se quejó, y va, decía, y me pone patas arriba lo ideado: un ensayo sobre cómo los antaño preteridos informadores de la socioeconomía se han ido adueñando de los medios en general y de la prensa en particular, de modo y manera que hoy no eres nadie en el mundo del periodismo, si no hablas del estado de la cosa: ruinoso, por supuesto. En efecto, cuando yo era mozo, había una sección en los periódicos intitulada "Economía y Trabajo", que venía en las páginas de atrás, cerca de los deportes y por ahí. Pues bien, prueba de lo que digo es que, en estos días pandémicos, la noticia princeps no es la cara A del virus (contagiados, ingresados, hospitalizados y por ahí seguido), sino la cara B, o sea, los destrozos que el mismo ha producido sobre el tejido económico, que ganas me entran de confinarme de nuevo, no huyendo del 'corona', no; sino del fin del mundo que pronostican los informadores de la sección en cuestión, que dado su cariz actual (anteayer llegó a límites paroxísticos), yo la titularía "Ruina y Paro", o "Hambre y miseria". O todo junto.
¿Que yo estoy negando el cierre de miles de empresas? Calla, mujer. ¿Que yo estoy negando que el paro va a llegar al 30%? Calla, hombre. Yo lo que pretendo es criticar sañudamente el ensañamiento apocalíptico que ciertos sabios idiotas (no son incompatibles) trasmiten día sí y día también. Pero no crean que todos los expertos son cretinos, no. Mire lo que me dijo cuando la crisis anterior, que tampoco fue manca, uno que era normal: "Mira, Agapito: los problemas económicos de España son los de un país rico". ¿Es pobre, acaso, la cuarta economía del euro? No busque usted por ahí fuera: ¡somos nosotros! Pues según los agoreros, somos los más desgraciados del mundo.
Desocupado y paciente lector, fíjese si seremos pobres, que miles de mujeres y hombres provenientes de países opulentos tienen que venir a realizar los trabajos que los millones de desempleados españoles no pueden hacer, porque su inanición física se lo impide. Pero no crea usted que está todo perdido. En contra de lo que piensan los amargados acomodados, hay un rayo de esperanza. Y aquí es donde aparece la verdadera, veraz y verídica 'aventura' cervantina (digna de ser glosada por Cervantes), y que no ha sido recogida por ningún medio de comunicación. Ninguno. Sucedió no ha muchos días en Almería. Cierto ciudadano del lugar, cuando se dirigía a cobrar el "ingreso mínimo vital", giró sobre sus pasos y se fue a pedir trabajo a los invernaderos donde trabajan los temporeros. Por lo visto, para no levantar sospechas, simuló el habla de los rumanos.