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FELIPE VERSUS ZAPATERO

O mucho me confundiría, o Felipe González ganaría de calle las próximas elecciones generales (misma edad que Biden). Es lo que me dice mi olfato, que no en vano es el primer sentido que aparece en la filogénesis (al diccionario). Lo cual, que estuvo el otro día en "El Hormigonero", ustedes disimulen, y demostró que tiene la cabeza más lúcida que nunca y el verbo tan brillante como siempre. Ah, y más conchas que un galápago del imserso de los galápagos. No le votarían, claro es, los socialistas de Pedro Sánchez y los comunistas de ex-Iglesias, ésos que le llaman viejo: los mismos que piensan que la historia empieza cuando ellos nacieron. Pobrecitos. Prosigamos. Cuando González llega al poder, 1982, vivían todavía muchos españoles que habían combatido en el bando perdedor de la guerra y muchísimos más que habían vivido la dictadura en el mismo bando. Pues bien, con aquellas mayorías parlamentarias aplastantes, ¿qué trabajo le hubiera costado a Felipe sacar a Franco del Valle de los Caídos, una mañana a la aurora, y haber derruido de un plumazo las miles de cruces erigidas a los Caídos por Dios y por la Patria? Un paseo militar y a otra cosa, mariposa. ¿Que por qué no lo hizo? Porque andábamos bajo los efectos de la bendita reconciliación nacional, gracias a la cual tuvo lugar la más magnánima experiencia histórica jamás vivida en el mundo: la Santa Transición, que llamara Umbral. Y sobre todo porque aquello no hubiera servido para mejorarle la vida al personal. ¿Ha servido de algo remover los restos de Franco? ¿De verdad? Vamos anda. En esto que, años más tarde, accede a la presidencia del gobierno un individuo afecto de cretinismo (oiga, es un diagnóstico, no un insulto: el cretinismo lo estudié yo en pediatría; igual que la idiocia fenil-pirúvica), les iba diciendo que al poco de llegar al poder el cretino, pone en danza una ley que jamás se le pasara por la cabeza a su lúcido predecesor socialista: la Ley de Memoria Histórica, uno de cuyos loables cometidos es la búsqueda de los restos de aquéllos desgraciados que fueron sepultados en cunetas ignotas, para que, entregados a sus deudos, puedan darles cristiana o no cristiana sepultura. Encomiable, ya digo. Pero resucitar, al socaire, los odiosos odios de aquella odiosa guerra, se me antoja el hecho más vil que se pueda imaginar. ¡Hasta esquelas de muertos por la represión republicana salieron en los periódicos! En fin, que aquello no ha terminado. Cambiados los nombres a miles de calles, ahora le toca a las cruces. Sin ir más lejos, la del Casar, mi pueblo: desmontada el lunes y trasladada al cementerio. (Al menos podían haber repartido los trozos de granito de la peana, cual fragmentos cristianos del muro de Berlín. Es lo mínimo.) ¿Es que no va usted a decir nada de los indultos a los Junqueras ? Por supuesto: con indultos o sin ellos, aquello acabará de nuevo en el Artículo 155, esta vez duradero. Al tiempo.

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