No ha hecho ni falta que me presente a las puertas del jurado de los Princesa de Asturias para montarles el pollo a los integrantes de la parte artística: torpes, que sois torpes como cerrojos, y cegatos. Y extraterrestres, que hace falta ser unos extraterrestres de molde para no darse cuenta de lo que pasa en vuestro entorno, qué digo en vuestro entorno, en medio planeta. No ha hecho falta mi presencia, ya digo. El ‘inconsciente colectivo’ de Jung se ha encargado de hacer mi labor. En efecto, aunque sin mucha puntería, acaba de hacer su aparición el maleficio: la princesa Leonor y su hermana han sufrido sendas descomposiciones del vientre, una de las afecciones menos literarias que pueda sufrir una princesa, y su hermana. ¿Ustedes recuerdan algo semejante en la historia de los relatos principescos? ¡Una princesa con diarrea, qué horror! He dicho sin puntería, porque lo deseable habría sido que los que se hubieran ido de vareta fuesen los miembros del jurado. Se lo tienen más que merecido. Por no haberles concedido el premio, ‘ex aequo’ (o por separado), a la pareja de artistas más impresionantes que ha dado España en los últimos siglos: Serrat y Sabina, Sabina y Serrat, tanto monta.
Yo no digo que Carmen Linares y María Pagés no se lo merezcan: son dos extraordinarias artistas. De acuerdo. ¿Pero acaso tienen más méritos que dichos caballeros? Los premios Princesa de Asturias son los Nobel del mundo hispánico, depositario de una de las más ubérrimas culturas del orbe, por cierto. Pues bien, las obras de Serrat y Sabina, de Sabina y Serrat, forman parte importantísima de tan anchurosa dimensión cultural, en donde ambos son admirados hasta límites insospechados. Y ustedes sin enterarse.
Estoy convencido de que un año de éstos les será concedido. Pero, mientras llega el día, que sepan que están jugando con fuego. Esperemos que no se quemen. Sería una atrocidad imperdonable que por culpa de su demostrada ceguera alguno de los dos no pudiera recibir el premio a causa del “hecho biológico” (así se decía cuando Franco andaba regular de salud). Si eso sucediera, ya podrían ustedes salir corriendo.
Pero es que hay más. Tiempo atrás, le fue concedido el premio de las Letras al gran cantante americano, Bob Dylan, cuyos méritos literarios no discuto: adoro su música, pero desconozco su lengua. O sea, que se lo estoy poniendo a huevo: Joaquín es, además de Sabina, un poeta como la copa de un pino piñonero: el poeta más inspirado y menos cursi de un mundo donde no escasea la cursilería.
Ítem más: Serrat ha compuesto un amplio ramillete de canciones para la eternidad, sin dejar nunca de ser la persona más coherente y sensata que he visto en mi vida (Sabina llegó a tener demasiada amistad con un tal Fidel). ¿A qué puñetas esperáis para darle el Princesa de Asturias de la Concordia a ‘san’ Joan Manuel?
Señores del jurado: acaba de empezar el maleficio. El que avisa no es traidor.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...
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