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MIRA QUE ERES CANALLA, LUIS

MIRA QUE ERES CANALLA, LUIS Agapito Gómez Villa “Mira que eres canalla, Aute”, se titula el delicioso disco-homenaje que le dedicaron sus amigos: Serrat y Sabina entre otros. Pues eso. Cuando el otro día le fuera concedido a Luis Landero otro premio gordo, el Nacional de las Letras, me puse más contento que unas castañuelas: se ‘me’ había hecho justicia, sí. Por lo visto, fue Albert Camus el que dijo que todo está escrito, pero hay que repetirlo porque a la gente se le olvida. A eso vamos. Lázaro Carreter, casi nadie al aparato, les decía a sus alumnos que la prosa más bella escrita en castellano era la de Valle-Inclán… hasta que llegó Umbral. Convencido que ya venía yo, tiempo ha, sobre el particular, aquello me supo a gloria bendita. En efecto, Umbral tiene momentos (no se puede ser sublime sin interrupción, Baudelaire) en los que nuestra lengua vuela por sobre las cumbres del Everest de las lenguas, o sea, de una belleza deslumbrante. Pues bien, nada más acabar “El huerto de Emerson”, sin encomendarme ni a Dios ni al diablo (con minúscula, por malo) escribí en estas páginas: La prosa más bella jamás escrita en castellano era la de Umbral… hasta que llegó Landero. Con un par. Así es: nunca, nadie, jamás ha logrado componer una sinfonía verbal de belleza tan suprema. En prosa, aclaro. En verso está dios: Juan Ramón. Cómo iba yo a imaginarme algo semejante aquella tarde inverniza que leí la “Sonata de primavera”. Hablando de sinfonías y sonatas: llevado por mi pasión por la música (Schopenhauer dijo que la música lo es todo), un día del siglo pasado (cuarenta años de escribiente dan pa to) me dio por escribir aquí que el tercer movimiento de la Novena de Beethoven es la demostración de que la mente humana forma parte de una inteligencia cósmica, tal es su grandiosidad/profundidad. En el premio que le acaban de conceder a Luis, comparan su escritura con la de Cervantes. Ahí está. No me vayan a decir que no hace falta ser un Beethoven para escribir el Quijote. Y para escribir “El huerto de Emerson”. Por supuesto que me he inyectado en vena toda la obra de Beethoven. Por supuesto que he leído toda la obra de Luis. Y ahora, permítanme un recuerdo: la noche que le entregaron el premio Extremeño de HOY, 1989, convento de San Francisco, Cáceres, le dije: “Juegos de la edad tardía” será un referente en la historia de la literatura. No me equivoqué ni un pelo. Sólo había leído diez páginas. Se lo juro por mis nietos. “Nadie pase que no sea geómetra”, rezaba en el frontispicio de la Academia de Atenas. Nadie se acerque a Luis, que no haya sido herido por “la belleza del texto” (Roland Barthes) o por la “calidad de página” (Julián Marías). No sea que le suceda como al personaje de “Amanece que no es poco”, que estropeó “Luz de agosto” al leerla. Sería una lástima. (Tú sí que eres canalla, Luis).

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