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UCRANIA DEL SEGURA

UCRANIA DEL SEGURA Agapito Gómez Villa Dicen que dijo Picasso (yo no me lo creo): “No busco, encuentro”. Por cierto, circula por ahí una cuña publicitaria vinatera que es para meter en la cárcel a los autores: “Dijo Picasso: Que las musas te ‘pillen’ trabajando”. Ese verbo, pillar, puesto en boca del pintor, es para cadena perpetua no revisable. En fin, que yo no voy buscando nada, pero me encuentro cada perla…. Se trata de una obra de Juan Eslava Galán, doctor en lenguas que se dedica a investigar/divulgar la historia, con un resultado extraordinario: rigor y amenidad a partes iguales, o sea, muy lejos del infumable y coñazo sesgo ideológico habitual. A lo que vamos. Enfrascado que estaba en la lectura de “Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie” (si no fuera por lo terrible del tema, no es que me guste: diría que me encanta), les iba diciendo que leyendo a Eslava, de sopetón me encuentro con “Ucrania del Segura”. El impacto fue instantáneo. No me digan que es para menos. Si yo hubiese leído el libro años atrás, vio la luz en 2005, habría pasado por encima del dato sin darle mayor importancia: una inofensiva tontuna, en comparación con los miles de alevosos sucesos que hubieron lugar en aquella maldita guerra. Pero encontrármelo en estos días, precisamente, fue como una pedrada en la vista. Ucrania del Segura: lo que le hacía falta a Putin. Dice Eslava: “Ciudad Real pasa a llamarse ‘Ciudad Libre de la Mancha’; Talavera de la Reina pasará a llamarse ‘Talavera del Tajo’; Olías del Rey, ‘Olías del Teniente Castillo’; San Lorenzo del Escorial, ‘El Escorial de la Sierra’; San Fulgencio del Segura (Alicante), ‘Ucrania del Segura’… Ahí está. Otro tanto sucedió con los nombres de las calles, claro, que lo de ahora no es nuevo (incluso a las cárceles les cambiaron el nombre: preventorios les llamaron los libertarios). Como diría un castizo: qué ‘sos’ parece. No me digan que no es sorprendente. Lo anterior nos da una idea del grado de encanallamiento a que llegaron ciertos individuos. Digo ciertos individuos porque la mayor parte de los españoles, sí, la mayor parte, vivieron la guerra muertos de miedo en sus casas, deseando que acabase cuanto antes aquella locura. Sé que aquellos cambios de nombres no pasan de ser una cosa inocente en comparación con tanta sangre vertida. Pero no puedo dejar de comparar a aquellos fautores con los que hoy están haciendo lo mismo en nuestras calles y plazas. Contrario que soy a remover tan lejano como desgraciado pasado, me alegro mucho de lo que ha sucedido en Cáceres: que todo el mundo sigue llamando paseo de Cánovas al parque que durante años llevase el nombre de Calvo Sotelo, y ahora el de Gloria Fuertes. (En todas partes se cuecen habas: el arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo, un preboste del franquismo, como no le gustase el nombre de su pueblo, Chozas de la Sierra, lo cambió por Soto del Real.)

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